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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

A propósito de 'Cariño, me voy a la cama'

Algunos lectores me tiran de los pelos por el último artículo publicado, en el cual quería replicar un correo anónimo de ésos que llegan de forma masiva a nuestros buzones. Pero hete aquí que envío un archivo inicial en lugar del que contenía la versión definitiva. En el enviado por error no figuraba la frase:

“Entre las decenas de correos anónimos que cada semana aparecen en mi ordenador, he recibido uno que cuenta, más o menos, esta historia que merece la pena leer:”.
En cuanto empezaron a llegar comentarios contesté algunos sin entender bien tanto ruido, y cuando el jueves vi el lapsus (la palabra plagio es fácil pero se queda grande para esto, aparte de conllevar un interés lucrativo que yo no persigo), decidí retirar este artículo para subsanar el error y añadir esta explicación. Siento no haberla colgado antes, pero he tenido unos días muy complicados y no he podido ni entrar en el blog.

Me enteré después de publicado el artículo de que el texto anónimo del correo electrónico estaba a su vez colgado en uno de los millones de blogs que pueblan la blogosfera. Aquí está como debió salir y quedaos con el fondo de lo que cuenta, que no es otro sino el papel de las mujeres, que hacen muchas cosas antes de irse a la cama, incluso fe de erratas como ésta.

Que quede entre nosotros. Mayte Ciriza.
Cariño, me voy a la cama


Entre las decenas de correos anónimos que cada semana aparecen en mi ordenador, he recibido uno que cuanta, más o menos, esta historia que merece la pena leer:

Mariví y Fernando llevaban diez minutos en el sofá viendo la tele. Mariví dijo, levantándose: “estoy cansada, es tarde y me voy a la cama”.

Fue a la cocina a preparar los bocadillos de las niñas para el cole. Puso en remojo las alubias y sacó el pescado del congelador para la cena del día siguiente, controló si quedaban bastantes cereales, llenó el azucarero, puso las cucharas y las tazas del desayuno en la mesa y dejó preparada la cafetera. Colocó la pastilla en el lavavajillas y seleccionó el programa corto. Metió la ropa sucia en la lavadora, la ropa húmeda en la secadora y la programó para las cinco, “así antes de irme a trabajar la recojo”. Planchó una camisa y cosió un botón, guardó los juguetes de la más pequeña y le preparó la ropa para la guardería. Regó las plantas, que con el calor de estos días se quedan muy mustias, ató la bolsa de basura, “mira a ver si la bajas, que ayer se te olvidó”, y tendió una toalla. Bostezó, se desperezó y se fue hacia el dormitorio.

Se paró un momento para escribir una nota a la profesora, contó el dinero para la excursión de la mayor y cogió un libro que estaba debajo de una silla. Escribió una nota para el carnicero. Fernando le recriminó: “pero… ¿no te ibas a la cama?”. “Estoy en ello”, suspiró ella. “Por cierto, que te ha llamado antes mi madre, cuando estabas con los deberes, sobre todo no te olvides de llamarla”, añadió él.

Puso un poco de agua para el canario, cerró la puerta con llave y apagó la luz de la entrada. Echó una ojeada a las peques, les apagó las luces, recogió una camiseta, llevó los calcetines a la cesta de ropa y habló con la mayor, que estaba todavía haciendo los deberes. Por fin en su habitación conectó el despertador, preparó la ropa para el día siguiente, ordenó mínimamente el zapatero y puso a cargar el teléfono. Añadió tres cosas a las seis de la lista de las cosas urgentes. Por fin pudo tener cinco minutos para ella, limpiarse la cara con las toallitas desmaquillantes, ponerse crema anti-arrugas, contorno de ojos y lavarse los dientes. Cinco minutos, ¡por fin!

En ese momento, Fernando apagó la televisión y proclamó: “estaban echando en el telediario las medidas del Gobierno para conciliar la vida laboral y familiar, están genial, ¿las has visto?”, y sin esperar contestación a la proclama anterior, anunció “cariño, me voy a la cama”, y se fue sin más pensamientos.

¿Te suena de algo? ¿Aún te preguntas por qué las mujeres viven más tiempo, siete años más de media que los hombres? Porque están hechas para los largos recorridos y no se pueden morir antes. La mujer vive más porque es más útil. Tiene demasiadas cosas que hacer después de decir, “cariño, me voy a la cama”.

 

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Por Mayte CIRIZA

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