Pasado mañana empieza el Mundial de fútbol, que va a acaparar la atención de miles de aficionados en los campos de fútbol de Alemania y de millones de espectadores en todo el mundo del 9 de junio al 9 de julio. El fútbol es un fenómeno mundial, que pone de manifiesto entre los más jóvenes los valores del esfuerzo, del trabajo en equipo, del juego limpio. Como todo, tiene sus sombras, los excesos de los hooligans y la violencia dentro y fuera del campo, no suficientemente combatida. Para que nos hagamos una idea de lo que supone, basta con recordar que la FIFA tiene más países miembros que la ONU.
Pero hay otra cara del mundial a la que los medios de comunicación en España no han hecho demasiado caso, salvo alguna excepción. Son los megaburdeles en los que alrededor de 60.000 prostitutas, en su mayoría de Europa del Este, van a atender la demanda de sexo durante el Mundial. Hipermercados de carne humana como el ‘Eros Center’ que ya está a punto frente al principal estadio de Berlín y que con 3.000 metros cuadrados espera recibir a 650 clientes al día. Vuelvo meses después sobre este tema, porque es todo un síntoma de la humillación y de la explotación a las que se somete a las mujeres en el mundo, en este caso aquí, en el corazón de Europa (se calcula que cada año unas 100.000 mujeres son obligadas a prostituirse en la Unión Europea).
Las autoridades alemanas y hasta la misma Comisión Europea han dado la voz de alarma ante la llegada masiva de estas prostitutas. Pero no por el hecho en sí de la prostitución, que es una violencia contra las mujeres, no por el hecho de ser explotadas por las mafias, no por el hecho de ser víctimas de la miseria, sino por la imagen que pudiera darse. El tráfico de mujeres y su explotación sexual siguen impunes.
No puedo dejar de pensar en esa casi adolescente, traída por la mafia de su pueblo búlgaro, que desespera en la habitación de un prostíbulo alemán a que acabe el partido. El chulo quiere que gane el equipo europeo, tiene más aficionados en el campo, tendrá más clientes si están eufóricos por la victoria y pagarán más que si gana el equipo africano. La otra cara del Mundial nos enfrenta a nuestra propia vergüenza. Una vergüenza «Mundial».
¿Qué decir ante esta situación? Pues lo digo con las palabras que dan nombre a la Organización que preside Fadela Amara, una franco-argelina que hace unos días pasó por España: «Ni putas, ni sumisas».