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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Pásame la sal

Las luces en las calles, poner el Belén y el árbol de Navidad en familia, ir a la cabalgata, los regalos de Reyes, los villancicos, el concierto de Año Nuevo, el gordo de la lotería, el turrón, los encuentros con los amigos… Pues sí, a mí me gusta la Navidad. Entre otras cosas, me devuelve a la infancia y la disfruto con cada uno de mis hijos.
 
En Navidad echamos de menos especialmente a los que no están y aprovechamos para intercambiarnos buenos deseos, postales y mensajes por el móvil o correo electrónico. Pero, sobre todo, me gusta esta época porque es una ocasión para romper con la dinámica del día a día, que no deja espacio para la comunicación: si hay algo imprescindible en estas fechas son las cenas y comidas con los amigos, con los compañeros de trabajo y con los familiares. Al fin y al cabo, es en la mesa donde se tiene el encuentro familiar, no sólo el más señalado del año, sino el de cada día. La comida o la cena es el momento en que los miembros de la familia se encuentran y se supone que hablan.
 
Digo se supone porque, según acabo de leer en un reciente estudio de Javier Elzo, un sociólogo de prestigio, nada menos que en cuatro de cada diez familias españolas hay poca o nula comunicación. Todo el día sin verse y cuando, por fin, coinciden a la hora de la comida o de la cena, unos rápidos minutos en la mesa, por supuesto con la tele encendida, toda la conversación es “acércame el agua” o “¿dónde está el pan?”. Si la familia ha de ser algo, es un espacio de comunicación, donde profundizar en temas personales y donde transmitir principios y valores. En la familia se dicen las cosas más importantes para orientarse en la vida, pero, ¿en qué momento coinciden todos los de una casa?: en la mesa. Lo malo es que entre los horarios de trabajo, los estudios, las obligaciones diarias y la televisión, para muchas familias el sentarse a la mesa es un mero trámite que hay que pasar porque nos tenemos que alimentar.
 
 Sin embargo, no me imagino una cena de Nochebuena en la que toda la conversación de la mesa sea “pásame el langostino ese que queda” o “¿quieres turrón del duro o del blando?”. En estas celebraciones navideñas, se alargan la comida y la conversación, a veces en un tono tan elevado que la tele, afortunadamente, pasa desapercibida. Hacemos balance del año transcurrido, nos contamos lo bueno y malo, y es un momento especial para los buenos propósitos al empezar el nuevo año. Uno de ellos sería que en las familias, el resto del año, a la hora de las comidas, se hablara para algo más que para decir “pásame la sal”.

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Por Mayte CIRIZA

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diciembre 2006
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