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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Vanidad

Un tipo con una camiseta asquerosa y seguro que maloliente, con las manos esposadas, el rostro serio y desafiante, sentado al borde de la cama en una habitación cutre de un motel mexicano de carretera. Así aparecía en la foto uno de los criminales más buscados del mundo, el capo de la droga en México, reclamado también por la justicia de Estados Unidos.
La noticia de que el jefe de narcotraficantes, Joaquín Guzmán, apodado el “Chapo”, había sido detenido, tras horas de tiroteos mientras le perseguían por desagües y calles, dio la vuelta al mundo. Como la había dado su segunda fuga de la cárcel en julio del año pasado, una fuga también de película, a través de un túnel de 1,5 km. con entrada en la ducha de su celda, que recorrió en una motocicleta adaptada para rieles.
¿Qué ha permitido que detuvieran a este tipo, que vivía en la clandestinidad, rodeado de sicarios armados hasta los dientes, con un sistema de túneles siempre preparado por si lo localizaban? Su vanidad, sus delirios de grandeza. Al enterarse de que se iba rodar una película sobre su vida, “Chapo, el escape del siglo”, contactó con la dirección de la misma porque quería una versión acorde no a su altura real (mide 1,55), sino a la altura de su ego. Concedió también una entrevista al actor Sean Penn para la revista “Rolling Stone”. Y así, tirando de esos hilos de megalomanía, consiguieron localizarlo y detenerlo.
En la vida diaria no te vas encontrando con narcotraficantes megalómanos, pero sí con personas enfermas de vanidad, con un ego desmedido, siempre dispuestos a creerse y pregonar lo guapos y listos que son. Obsesionados con la apariencia y la ostentación, en el día a día es inevitable encontrarse con engreídos que se piensan que son el no va más.
Los narcisistas necesitan que los demás les reconozcan sus méritos, les adulen y les doren la píldora, piensan que son más inteligentes que el resto, que su vida es más interesante y que sus opiniones son más válidas. Lo mejor que hacen es escucharse a sí mismos. En el siglo VI, el papa San Gregorio (que estableció, por cierto, la lista de los siete pecados capitales) escribió: “la vanidad es el comienzo de todos los pecados”.
Para el Chapo Guzmán la vanidad ha sido el comienzo de todos sus males, el querer verse retratado como un héroe de película. Y sí, seguramente harán una película con la historia de su vida. Una película de la que no sabemos el título ni quién encarnará al personaje, pero sí conocemos el final: la policía lo detiene gracias a su vanidad.

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Por Mayte CIRIZA

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