Aquel sábado por la tarde, los tres amigos volvían a su pueblo en Ávila, desde Plasencia, adonde habían ido a comer, cuando el coche derrapó en una curva, se salió de la carretera y chocó con un talud. José, de 33 años, murió a los diez días en el hospital y David, el conductor del coche y amigo del alma de José, dio positivo en el control de alcoholemia.
Tres años después, en 2014, David fue condenado a dos años y medio de cárcel por homicidio imprudente. Siendo esto dramático, no se hablaría de ello si no fuera por la petición de la madre de José -el joven fallecido en el accidente-, que, además de pedir con insistencia el indulto para David, se ha dedicado a recoger firmas para conseguirlo. Tienen ya más de 200.000 solicitándolo, entre otras las de toda la familia del joven fallecido.
“Mi José iba dormido en el asiento de atrás, no se enteró de nada, le operaron de la cabeza pero no pudieron hacer nada por él. Ese día le tocó a su amigo inseparable ser el conductor, podría haber sido mi José, pero le tocó a David. ¿Qué ganamos metiéndolo en la cárcel? ¿Para qué le van a separar de su mujer y de sus hijos de siete y cinco años? David perderá su trabajo y nunca volverá a ser el mismo, ya ha padecido un suplicio”, dice la madre del joven fallecido. Y añade: “Él no es un criminal, no necesita ir a la cárcel para ser una buena persona”.
David ha pedido perdón y no solicita el indulto, sino que la pena de cárcel se le sustituya por trabajos para la comunidad, de forma que no tenga que ingresar en prisión. Aunque el perdón personal no implica el perdón de la sociedad, es decir, la decisión de perdonar no exime de hacer justicia, son cosas muy distintas.
Cuando perdonamos, salimos de una situación que también a nosotros nos provoca sentimientos negativos. Perdonar requiere una buena dosis de introspección y esfuerzo, hay que esforzarse en perdonar y, al hacerlo además de recuperar la paz interior, obtenemos también beneficios físicos: es bueno para el corazón, la tensión arterial y el sistema inmunológico.
“Yo no entiendo mucho de leyes, pero sí de sentimientos y generosidad y por eso pido clemencia para David, que no se provoque más dolor”, añade la madre de José. Perdonar en la vida seguramente es una de las cosas más difíciles; si ya lo es en el día a día, y con cuestiones menos dramáticas, más aún en un caso de estos, en el que ha muerto un hijo.
Entre el ruido y la furia que llenan las noticias de nuestros días, entre tantas cifras y titulares grandilocuentes, esta humilde historia me ha parecido una muestra extraordinaria de la humanidad y de la generosidad que implican perdonar.