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Mayte Ciriza

Que quede entre nosotros

Cenas de Navidad

Lo malo es que a la mañana siguiente no se acordaba de lo que le había dicho a la jefa después del concierto de matasuegras que le ofreció en la oreja, con los cuernos de reno puestos en la cabeza y la barba de Papá Noel. Al llegar, ojeroso, al trabajo pensó que, en efecto, habría sido mucho mejor hacer la cena de Navidad en viernes. Al menos, en el fin de semana se habría diluido el recuerdo de la noche anterior. Y además del dolor de cabeza, tenía que soportar las miraditas risueñas de los compañeros.

A más de uno le ha pasado algo así estos días, en que se llenan los restaurantes con las cenas de empresa de Navidad. Cenas largas y copiosas, en las que nos entrenamos para la más íntima de Nochebuena y la festiva de Nochevieja. Y no se suele cenar conejo, por cierto, a pesar de las recomendaciones ministeriales. También puedes estar con ése con el que te intercambias correos electrónicos pero nunca coincides, repasar las anécdotas del año y relativizar los problemas. Incluso a alguna, estas cenas le permiten mantener viva la ilusión de ligar con el informático.

A pesar de lo que pudiera pensarse, en una encuesta reciente, siete de cada diez encuestados valoran positivamente las cenas de Navidad que se organizan en las empresas para celebrar las fiestas navideñas. De hecho, son muchas las que se convocan a escote, sin que nadie invite, en una muestra de que la gente quiere celebrar la Navidad y el fin de año con los compañeros de trabajo, sentándose a cenar. En diciembre hace su agosto la hostelería.

Como escribía Larra (en “La Nochebuena de 1836”): “¿Hay un misterio que celebrar? Pues comamos. Si es un aniversario, comamos, y comamos doble”. El misterio de la Navidad es el gran momento del año para el consumo y para comer el doble. Ya nos recuperaremos en enero. Y es que hay algo ancestral en esto de sentarse a comer para celebrar algo.

En esta sociedad, parece que se nos da mejor compartir penas que alegrías. Los problemas unen mucho, las alegrías provocan más envidias. Esto es así. Pero por muchos sinsabores que nos haya traído el año, no está mal compartir de vez en cuando alegrías, regalos y mensajes de felicidad. Aunque el día a día no se ajuste al ideal navideño, siempre será positivo mantener unos ciertos vínculos afectivos con las personas con las que tantas horas compartimos.

Y muchos piensan que siempre será mejor sentarse todos juntos que quedarse en casa. El día a día en el trabajo está lleno de problemas y tensiones, así que viene bien olvidarse por unas horas de las preocupaciones de trabajo, y en algunos casos, desinhibirse con el matasuegras y la pandereta. Más allá de las relaciones laborales, muchas veces muy jerarquizadas, te permiten dar una dimensión más humana a todo ello.

Nos permiten a menudo descubrir otras facetas –no laborales- de personas con las que convivimos todos los días en el trabajo. Y por tanto, verles y valorarles no sólo como meros compañeros de trabajo, sino con una vida propia y diferenciada de la vinculada al trabajo, y llenos de esos “misterios” que a veces nos permiten descubrir estas cenas de Navidad.

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Por Mayte CIRIZA

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