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Entre visillos

Rubalcaba en la encrucijada

Si la elección de Rubalcaba como líder del PSOE ha sido o no un acierto lo juzgará el tiempo. Pudo haber más candidatos pero no los hubo. Claro está que, para presentarse en la pista de salida, hay que contar antes con el beneplácito de una gran parte de la organización, salvo que uno decida despeñarse por el acantilado. Dicho lo cual, considero que los análisis que reprochan al nuevo secretario general socialista sus trienios en el partido y, por tanto su edad, resultan en principio demasiado ramplones, sobre todo porque nunca la edad fue, en sí misma, una virtud. Muchos estiman hoy un error haber jubilado a sus directivos con más experiencia porque les ha dejado sin consejos para salvar situaciones de riesgo ya afrontadas en otras épocas. Y ya ven, en este siglo XXI que camina sin rumbo claro, son nonagenarios como Stéphane Hessel o José Luis Sampedro las antorchas ideológicas y vitales en las que se miran los jóvenes de hoy.

No es menos cierto que Rubalcaba ha puesto rostro a la más impresionante derrota del PSOE en las urnas desde la democracia. El baldón no es pequeño pero un partido que ha tomado por norma no asumir responsabilidades y en el que algunos, que acumulan sucesivas derrotas, sólo se van cuando los echan los estatutos, ningún otro dirigente territorial se libra de semejante marca. Pero no dimitir es lo habitual en España, ahí está el actual presidente, Mariano Rajoy que resistió a las críticas de tirios y troyanos hasta que, a la tercera y sin abrir boca, ha llegado a tan alta meta para desconsuelo de sus enemigos que, desde dentro del PP, tanto lo ningunearon.

Hay que reconocer que Rubalcaba tiene ante sí una tarea extremadamente difícil porque la desafección que el PSOE de la última década ha producido en su electorado es tan profunda que no va resultar sencillo vencerla. Cuando uno se siente traicionado por los que considera “los suyos”, por aquellos que reconoció siempre como su referente ideológico, es más difícil restaurar la confianza que si la decepción la producen aquellas fuerzas políticas con las que nunca se identificó. Por eso, si no se rearma el cuerpo ideológico de la socialdemocracia española y se presenta de forma nítida y sobre todo creíble, restaurar la complicidad del electorado perdido va a resultar una tarea imposible. Los eslóganes vacíos sirven para vender motos pero no principios, ideas, respuestas a los retos y seguridad. Lo que se ofrezca ha de ser no sólo creíble sino posible. Dada la situación actual, las propuestas no pueden parecer aventuras arriesgadas, que para eso ya está el cine de ficción. Hoy es necesario superar obviedades, lugares comunes y frases hechas que suenan frívolas e insustanciales a ciudadanos agobiados de problemas. Por eso, la reconstrucción ideológica de PSOE es lo más urgente y de esto se ha hablado poco en Sevilla. El gran reto de Rubalcaba para conseguirlo es reconocer que sólo cuenta con lo que hay. Hoy por hoy, la mayoría de los dirigentes son expertos en la sobreabundancia de frases hechas y de escaso contenido real. El PSOE ha perdido la mayoría social porque sus portavoces ya no son el reflejo de la calle, la mayoría llevan años encaramados a sus puestos sin conocer la realidad cotidiana en la que viven sus representados, muchos han vivido tantos años bajo el paraguas laboral que proporciona el partido que creen que son sus legítimos dueños. Para perpetuarse, muchos dirigentes de federaciones territoriales han creado espacios ausentes de críticas, como consecuencia, la discrepancia ha sido castigada con la exclusión y ello ha derivado en una falta de compromiso activo de gran parte de la militancia. Rubalcaba se encuentra hoy en una difícil encrucijada ya que, para conseguir resultados, las reformas deben ser profundas. Reconozco que sólo tiene una cosa a su favor, que dirige un partido, el mío, con 133 años de historia que está profundamente imbricado en el imaginario colectivo de los españoles. En sus manos queda el futuro.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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