En Logroño un hombre se ha salvado de milagro de ser triturado por el compactador de basuras tras pasar la noche en un contenedor. La simple lectura de la noticia me estremece, sobre todo cuando pienso que en junio ocurrió lo mismo. ¡Cuánta desesperación debe albergar un alma para buscar refugio en un contenedor! Seguramente se huye de la mala suerte, se busca cobijo sin esperanza y jamás nadie espera que sea precisamente la fatalidad la que le salve a uno del infortunio en el último segundo, es decir, cuando la cuchilla de la guillotina está a punto de liberarte del dolor intenso con que te ha obsequiado la vida.
Es éste un ejemplo extremo de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor pero cierto es que las desgracias florecen como setas y que, hoy por hoy, ésta es la única verdad a la que no podemos sustraernos en un país en el que la mentira parece haberse convertido en el deporte nacional. Si nos ceñimos a la última polémica sobre la dichosa cifra del déficit público de 2011, coincidirán conmigo que uno no sabe a qué carta quedarse. El gobierno de España da una cifra y las comunidades autónomas otras. Los virreyes autonómicos se revuelven heridos y embisten contra el picador que les ha clavado la puya. En realidad ha quedado al descubierto algo que todo el mundo sabe sin tener acceso a la contabilidad pública: que han gastado más de lo que podían y debían en proyectos superfluos de nuevos ricos que administran recursos ajenos sin la prudencia exigible a quienes dicen actuar en su nombre. Los ejemplos son infinitos: edificios restaurados o recién construidos, inaugurados a bombo y platillo, que están infrautilizados o sin uso, aeropuertos sin aviones, museos tan originales que nadie los visita, camino asfaltados como las autopistas, empresas públicas sin finalidad concreta, gabinetes de asesores más poblados que el camarote de los hermanos Marx y toda una suerte de dispendios impagables ahora y siempre.
No sabemos quién dice la verdad, aunque empezamos a sospechar que nadie. Unos, para presionar a Bruselas a modificar el objetivo de déficit para el próximo año, mostrando el desastre de la herencia recibida y justificando así nuevas medidas de ajuste ante la evidente debacle nacional y otros, porque no pueden asumir en público su propia responsabilidad. El presidente de Cantabria ha sido el más gráfico, “estamos desnudos y sin un euro”, ha dicho. Al hombre hay que comprenderlo, llegó al cargo hace 6 meses y no se siente cómplice del desaguisado, por eso, a mi entender el más olímpico ha sido el presidente riojano, el nuestro. La culpa ha sido del gobierno socialista que dio mal los datos, ha declarado. Don Pedro Sanz dice que el déficit de La Rioja es del 1% (80 millones de Euros) y no está dispuesto a aceptar que nuevo criterios contables digan que es casi del doble (160). Y punto pelota. Después de 17 años en el gobierno a él no ha nacido quien le tosa y menos quien le enmiende la plana ni le sonroje recordándole sus excesos presupuestarios, que él es tan perro viejo en trucos y artificios contables que ya los quisiera para sí el premio Nobel de matemáticas. ¡Vamos anda!, como para que ahora le saque los colores el tal Montoro, si dice 1%, es 1% y no hay más que hablar. Mientras se echan la culpa unos a otros, nosotros sobrevivimos entre la realidad que ven nuestros ojos y las medias verdades que nos cuentan a diario. Hace mucho tiempo que nadie nos dice la verdad, allá arriba hay que reconocer que manejan el engaño (la muleta) con gran maestría. Torean en este inmenso ruedo que es España con más destreza que Manolete, aunque se olvidan que el toro somos todos nosotros que, por cierto, seremos los únicos que hincaremos las rodillas en el suelo. Como dice mi padre, la única verdad es que hoy todo es mentira.