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Entre visillos

Lo que está por venir

Una empieza a pensar que las crisis son como las modas, que siempre vuelven. Lo único que permanece invariable en ellas son las víctimas. Es una verdad que podemos elevar a la categoría de científica, porque según la experiencia, que siempre fue la madre de la ciencia, el sufrimiento de las crisis siempre las pagan los mismos y así ha sido desde el principio de los tiempos. Dicho lo cual, recapitulemos sobre el momento en que nos encontramos. No me remontaré a la época en que Caín mató a Abel, porque sería complicado saber cuál es la razón por la que algunos envidian las pequeñas comodidades que hemos obtenido con tesón, trabajo y esfuerzo de siglos. Situémonos por ejemplo en el crack de 1929, en la posguerra, en la crisis del petróleo o la de los años 90 y cualquiera diría que no hayamos aprendido nada desde entonces. Como no nos gusta recordar nuestra historia y los economistas, supuestos gurús del futuro, jamás han visto llegar la catástrofe por anticipado, creemos que tras la tempestad llegará la calma y olvidamos las lecciones del pasado. Con inmensa inocencia, a lo tonto me lo bailo, dejamos que los lobos, con la colaboración de unos gobernantes poco conocedores de la historia, nos cojan como a Caperucita desprevenidos y se nos coman por los pies.

Se queja el actual gobierno, igual que lo hizo el anterior, de que no consiguen colocar bien los mensajes entre la ciudadanía y que por eso crece el malestar social y se deteriora la imagen del jefe del gobierno. A primera vista, resulta incomprensible esta excusa, sobre todo si tenemos en cuenta que los gobiernos cuentan ahora con gabinetes superpoblados de expertos en comunicación y marketing sociológico. Por tanto, me inclino más por creer que se trata de una estrategia muy bien estudiada que consiste, a groso modo, en lo siguiente:

Paso 1.- No decirnos nunca la verdadera situación en que se encuentra el país. Esta técnica hace que nos confiemos en que la cosa no va a ser para tanto, que de esta crisis salimos, que somos un país fuerte y trabajador, que nuestro sistema financiero es el mejor del mundo, aunque tengamos que meter millones de dinero público y que con un poco de ahorro arreglamos el desaguisado. Así hemos pasado los primeros años. Cuando la lista del paro superaba los 5 millones, se activó el siguiente botón.
Paso 2.- Meternos el miedo en el cuerpo hasta dejarnos acongojados y sin respiración. Una vez queda claro que el final del túnel no se divisa y estamos metidos como Jonás en la tripa de la ballena, sin saber siquiera si podremos llegar a comer turrón en Navidad, entonces viene la estocada fuerte. Se inicia la subida del IRPF, los jubilados pagando medicinas, nos van a apilar en las habitaciones de los hospitales, para ir a diálisis hay que pagar, si necesitas silla de ruedas te la pagas (no haberte quedado cojo, ¡traidor!), etc. etc. Cuando no hay forma de librarse del fuego cruzado ni tras la barricada defensiva, entonces se comienza a activar el siguiente botón.
Paso 3.- Negar, como San Pedro negó a Cristo, hasta tres veces o más, que jamás harán esto o aquello. De ese modo, mientras tomamos aliento llega el siguiente viernes y ¡zas!, a pagar autovías, a privatizar hospitales, a volver a dar dinero público a esas cajas que, aunque fusionadas, han sido saqueadas y sin duda a mentalizarnos de la obligación de reconducir el estado autonómico. Y eso también, sí, eso que usted está pensando…

Cómo todo es por nuestro bien no se le ocurra protestar porque será sancionado diligentemente, que para eso hay que acabar con el déficit. Por tanto, el gobierno se explica con claridad meridiana sólo que quieren que les comprendamos con sumisa resignación que para eso mandan.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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