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Entre visillos

Alicatar y dimitir

          Dicen las malas lenguas que la dimisión del papa Ratzinguer fue un gesto que humanizó al pontífice y engrandeció su figura a los ojos de muchos fieles y de demasiados agnósticos pero que cayó como una bomba en el corazón de los “cuervos” y de la Curia. Ya se sabe, mostrar la debilidad del cuerpo y la desazón del alma no es propio de quien se alimenta del aliento divino porque pone en duda el infinito poder de Dios y tambalea los pilares de la iglesia católica. No es de extrañar que siendo España una tierra en la que no dimite ni dios, la noticia no fuera una bomba sino un bombazo y algunos cardenales llegaron a pensar que tenían posibilidades ya que sólo un español evitaría que se produjera la molesta contrariedad de un abandono prematuro del papado.

          Mientras los purpurados acudían a Roma a recibir la inspiración del Espíritu Santo conocimos que un exministro británico, el liberaldemócrata Chris Huhne, había sido condenado a 8 meses de cárcel. ¿Cuánto habrá robado este hombre, cuántas prevaricaciones y cohechos habrá perpetrado? Pues nada de eso, lo han condenado por mentir al ser pillado conduciendo a 111 km/hora en una zona limitada a 80 y para evitar que le quitaran el carnet declaró que conducía su mujer, que también ha sido condenada. Esta película podía titularse, “en Londres, mentir tenía un precio”, claro porque en España si así fuera estarían en prisión todo el gobierno, el Congreso, el Senado, todos los presidentes autonómicos y sus gabinetes, el Tribunal de Cuentas y hasta el sursum corda. En Alemania en los últimos meses ya han dimitido dos ministros, el de Defensa y la de Educación, por plagiar su tesis doctoral. Estas cosas a sus colegas españoles les dan mucha risa, entre ellos se animan y se dicen unos a otros: – Jolines, menos mal que aquí vivimos a salvo de tanta pureza de curriculum, entre nosotros nos tapamos las vergüenzas, hoy por ti y mañana por mí.

           Para muestra un botón. El secretario de Organización del PSOE, Oscar López autoriza en Ponferrada una moción de censura con el voto de un antiguo alcalde del PP, condenado por acoso sexual y el acontecimiento se perpetra el 8 de marzo, día de la mujer trabajadora. Un merecido homenaje, debió pensar el lince. Se prepara tal lío que se ve obligado a decir que ha sido un error y previo pacto con sus colegas de ejecutiva dice que asume el desliz y que dimite, pero ¡ay, que me da la risa!, sus compañeros, como era de esperar no se la han admitido. Luego, Elena Valenciano dice que el PSOE no puede prescindir de los mejores aunque cometan un error. Y me pregunto, ¿puede el PSOE permitirse una equivocación tan grande que ha quebrado su credibilidad, que ha hecho cómplice del desaguisado a toda la dirección mientras se esfumaban en tan flagrante contradicción muchos votos de la gente que tiene principios y dignidad a prueba de bombas en este país?

          A la lista de despropósitos de estos últimos días hay que sumar las palabras de presidenta de Navarra, Yolanda Barcina al descubrirse que había cobrado unas milagrosas dietas en Caja Navarra, para completar su sueldo, que podían llegar hasta 8.000 euros en un solo día. Según Barcina, esto no es de extrañar porque en esa época hasta el que alicataba cobraba 4.000 euros aunque ahora esté en el paro y que aunque ahora parezca exagerado era la práctica habitual. A bote pronto se me ocurren diferencias, el alicatador cobraba eso al mes y por trabajar muchas horas mientras que, como hemos sabido, los políticos que integraban los Consejo de Administración de las Cajas de Ahorro españolas lo hacían por escuchar y por no tener responsabilidad alguna en su posterior quiebra. Todo muy edificante, han saqueado el país luciendo una alicatada sonrisa sobre un rostro de cemento armado. Pero ellos siempre encuentran un clavo ardiendo en el que sujetarse porque muchos han vivido y viven muy por debajo de la altura moral exigible a un representante público.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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