Estamos en el centro de la Semana Santa aunque en nuestro fuero interno hace ya muchos meses que sabemos que estamos crucificados. Lo que resulta más llamativo es que con el transcurrir del tiempo parece que los ciudadanos nos vamos acostumbrando al dolor que produce el progresivo expolio de nuestros derechos y una continuada erosión de nuestras libertades públicas. Los de arriba, que nos miran con reiterado desprecio, saben que el ser humano se acostumbra a todo, también al sufrimiento. Para ellos todo es cuestión de ganar tiempo, ya que ante el temor a perder el empleo, la prestación por desempleo, el piso o la pensión, la indignación inicial se convierte en miedo y éste alimenta la resignación y el silencio. Es la única explicación que encuentro a esta calma chicha en que vivimos. Parece que no pasa nada aunque todo el mundo presiente que va a pasar algo y puede ser que un día existirá en el que una gota desborde el vaso y desparrame tanta quietud porque algo, pese a todo, comienza a cambiar. Yo creo que estamos ante el nacimiento de un nuevo ciclo histórico porque tanta incompetencia no es tolerable.
Si algo ha puesto de manifiesto la crisis chipriota es que Europa es un polvorín a punto de estallar. Las imprudentes declaraciones del presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, insinuando que el modelo de rescate aplicado a Chipre puede aplicarse a otros países, ha puesto de los nervios a los ahorradores (honrados) de toda Europa y ha incrementado las dudas sobre la viabilidad de esta Unión Europea que ni es unión ni es nada. Una se pregunta, ¿son así de necios o sirven con eficacia a los intereses del poder económico? Puede que ambas respuestas sean igual de acertadas ya que todas las autoridades europeas sabían lo que pasaba en Chipre, como saben lo que pasa en otros paraísos fiscales europeos, incluidos Luxemburgo y Suiza, igual que conocen que se blanquean capitales y no tienen narices ni de frenar esas prácticas ni de gravar fiscalmente los beneficios obtenidos en esos fraudes. Tampoco hay armonización fiscal en el impuesto de sociedades ni hay seriedad en las cuentas públicas como acabamos de ver con la corrección al alza del déficit que Eurostast ha hecho a las cifras del ministro Montoro, otro genio de la incompetencia.
Es decir, si casi todo es mentira, concluiremos que estamos en medio del desgobierno general, pero la actual clase política no es consciente de los cambios que se están exigiendo y cuando escucha en la calle a los ciudadanos denunciar que “no nos representan”, se sorprenden, puesto que los han votado. Así es y han sido elegidos para, supuestamente, proteger los intereses de la mayoría, pero lo único cierto es que en unos casos por connivencia o en otros por incompetencia están sirviendo con inusitada eficacia a engordar a los beneficiarios de ese poder económico que siempre ha gobernado el mundo pero que, al menos en Europa, a través de un ejercicio inteligente del poder político, se había conseguido un cierto equilibrio al conquistar, aunque fuera de forma incompleta, una redistribución de la riqueza y un incremento de los derechos y las protecciones sociales.
Yo creo que muchas cosas tienen que cambiar aunque no veo a nadie capaz de dirigir ese proceso ya que Merkel no parece la guía adecuada y sus siervos, es decir el resto de gobernantes europeos, menos. El poder económico ha ganado la batalla y al constatarlo recuerdo a Jesucristo en Getsemaní, en el huerto de los olivos exclamando: “Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz”, aunque aceptando su destino concluía, “Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. En nuestro caso, espero que el poder económico no nos desangre y que no aceptemos tan desgarrado final. La cruz es demasiado dura pero hasta Cristo tuvo un ángel para reconfortarlo, recemos para que Ángela (Merkel) no sea el nuestro. Yo me rebelo.