Dicen que los dioses protegen a sus elegidos y los fortalecen para que puedan librar con éxito las duras batallas que les brinda el destino. Claro que el expresidente del gobierno, José María Aznar aunque esté endiosado nunca habitó en el Olimpo y pese a ungir  a su sucesor con su poderoso dedo, nunca pudo dotarle de los atributos mágicos de los que carecía.

          Recapitulemos,  Mariano “el silencioso” estaba luchando sin mucho éxito contra los elementos y las tormentas que arrecian cada día por todos los frentes, pero le crecían los enanos en el circo que le regaló don José María Aznar. Como explicó perfectamente Eduardo Zaplana, hubo un tiempo en el que muchos desarrollaron una repentina vocación política con la única intención de forrarse. Y como él, muchos lo consiguieron. Acaba de confirmarse que los dirigentes populares cobraban sustanciosos sobresueldos porque el salario de las Cortes Generales no era, al parecer, suficiente para ellos. No se ha confesado cuál era el origen de tanta pasta como entraba en sobres en la sede del PP, aunque es fácil imaginar a cambio de qué. Lo cierto es que los millones llegaban a manos de Bárcenas que repartía el botín mensualmente. Los panes y los peces se multiplicaban en la España de la especulación propiciada por una legislación urbanística suicida, aprobada por el gobierno de don José María. El aire favorable siguió soplando con el presidente Rodríguez Zapatero hasta que en mayo de 2010, cayó del caballo y cambió su política económica incumpliendo su programa electoral. Si hubiera aplicado la coherencia hubiera convocado elecciones al día siguiente, pero no lo hizo esperando un milagro que nunca llegó. Rajoy arrasó en las urnas con unas promesas incumplibles ante la evidente realidad económica del país. Ahora con más de 6 millones de parados, con el talento juvenil huyendo por las fronteras, con las clases medias y trabajadoras destruidas, con el tejido productivo destrozado y con la sombra de la evidente corrupción manchándolo todo hemos llegado a un punto en que nadie cree a nadie. El gobierno ha incumplido todo su programa además de mentirnos compulsivamente. Mariano “el silencioso, cree que resistir es ganar y tras incumplir lo prometido ha cometido ya más errores que su predecesor sin ofrecer esperanza alguna.

            Mariano dirige un timón sin rumbo claro. Contra viento y marea, aparentemente entretenidos en evitar el naufragio, andaban él y su tripulación. Aunque navegaban a la deriva, desde la proa no se divisaba ningún barco enemigo capaz de presentar batalla y conquistárselo al abordaje, porque hace tiempo que están desarmados de ideas y de liderazgo social en el partido de enfrente. Mariano, ausente de popularidad y liderazgo, se mantenía en pie a duras penas. De pronto, a bombo y platillo, su protector, el que lo había ungido para sucederle le ha propinado la mayor bofetada dialéctica y política que hasta ahora ha recibido el don Tancredo español.

          Empiezo a sospechar que en su egolatría personal Aznar eligió a Rajoy para garantizarse que, al atravesar las fronteras de la historia, su sucesor en el PP no pudiera jamás hacerle sombra. Ha defendido a Blesa, su amigo el banquero de Caja Madrid y por el contrario ha ninguneado a Rajoy. Ha pretendido dejar claro que él si supo gobernar España y llevarla a buen puerto, no como otros mediocres. Pretende Aznar ahuyentar de su figura las crecientes sospechas de corrupción, practicada o consentida, durante su mandato. Intenta conjurar la ignominia refugiándose en el falso milagro económico que pilotó. Aznar no va a regresar, sólo quiere mortificar a Rajoy, tocarle los cataplines, ser añorado por los nostálgicos y como el felón Fernando VII, ser evocado por el pueblo como “el deseado”.