Tengo ganas de ver los informativos de la tele y no tener la sensación de que desde el otro lado de la pantalla nos están metiendo el dedo en el ojo. Ese tipo de sobresaltos me producen últimamente las estrambóticas declaraciones de algunos miembros del gobierno. Del presidente Rajoy no puedo quejarme, como está desaparecido de la realidad cotidiana del país que gobierna, es difícil reprocharle algo que no sea su silencio. Por eso Aznar ha aprovechado la ocasión para vestirse de boxeador y le ha propinado un derechazo en el ojo de campeonato del mundo. Creo que nadie puede negar, que es el ministro Montoro quien brilla con luz propia en el firmamento del gabinete ministerial. Si de Rajoy desesperan sus silencios, de Montoro irrita su excesiva e inoportuna locuacidad. Ahí lo tienen, nos presenta unos presupuestos que sitúan la deuda en un nuevo hito histórico, casi el 100% del PIB (Producto Interior Bruto), incluyendo una errata que supone unos 10.000 millones de euros y uno saca la impresión de que las cuentas públicas se están cuadrando a ojo de buen cubero.
Tras esta hazaña inédita, Montoro pronunció su gloriosa frase, ese eufemismo afirmando que en España “los salarios no estaban bajando sino moderando su subida”. Al oírlo todo el mundo pensó lo mismo, que el insigne ministro nos toma el pelo, en la misma proporción que a él le falta, pues todos sabemos que está mintiendo descaradamente como han reconocido hasta los propios empresarios. Desgraciadamente no es que los salarios no suban, es que están bajando y por eso crece nuestra competitividad y todo ello, sin olvidar, el escandaloso número de personas que hace tiempo que no saben lo que se siente al cobrar un salario con regularidad. A lo mejor el ministro estaba ensayando su participación en una película cómica, de ese cine español que Montoro considera de baja calidad. Es un nuevo insulto al mundo del cine, de la cultura y especialmente a nuestra industria que él debiera tratar de ensalzar porque da más empleo y más satisfacciones que la ínfima calidad de su actuación al frente del ministerio de Hacienda. Yo veo a Montoro en el Parlamento y me pregunto si no estará imitando a Fernando Esteso y las únicas películas que ha visto de cine español son las que dirigía Mariano Ozores en otros tiempos.
El autor de una amnistía fiscal tan vergonzosa como ineficaz, en vez de dar tanta lección desde el púlpito parlamentario, sería conveniente que se dedicara a resolver problemas y no a crearlos porque enfrentarse con actores y millones de ciudadanos al mismo tiempo es un síntoma de desvarío y de falta de rumbo. Para animar el patio de nuestra, cada día, más pobre España se ha unido a los excesos verbales la todopoderosa vicepresidenta del Gobierno, Doña Soraya Sáenz de Santamaría, que ejerce de presidenta ante la incomparecencia reiterada en los asuntos de estado de Mariano “el ausente”. Ha acusado a medio millón de parados de cobrar prestaciones indebidamente cuando en realidad eran 5.833 y en vez de reconocer su error, intenta hacer creer que el mayor fraude jamás conocido en España sale de las filas de los parados sin escrúpulos. En vez de actuar con tanta soberbia, el gobierno debiera preguntarse cómo ven desde la calle el ejemplo de sus comportamientos. La cúpula directiva del PP ha estado cobrando sustanciosos sobresueldos, en negro o en blanco, porque no podían vivir con los sueldos de ministro o diputado pero le exigen al parado que tenga una conducta legal y moral más estricta que la suya. No me cabe duda de que la mayoría de los parados tienen más altura ética que muchos que ahora se rasgan las vestiduras desde la tribuna del Congreso. Si hay fraude, atájenlo, pero ni exageren la realidad ni insulten a nadie gratuitamente. Pregúntense en sus reuniones: ¿hay mayor fraude que el de un gobierno que hace lo contrario de lo prometido? Mientras meditan, sería de agradecer que dejaran de meternos todos los días el dedo en el ojo.