
El riesgo que entraña vivir entre basura es que uno puede acabar acostumbrándose. Creo que llevamos en ella mucho antes de que comenzara la huelga de Madrid, pues lo que está sucediendo ahora no es sino la consecuencia de los excesos del pasado. Seguramente, ni Gallardón ni su heredera, Ana Botella, soñaron un basurero mejor. El Ayuntamiento más endeudado de España se lo jugó todo, en épocas de bonanza, a megaproyectos muy alejados de su capacidad presupuestaria real y por supuesto de la de sus vecinos que son los que pagan los impuestos y el pato de tanto despropósito.
La adjudicación de la recogida de basuras se hizo con el objetivo de ahorrar para poder pagar la inmensa deuda fruto de años del despilfarro. Se rebajó, ya de salida, el tipo de licitación rebajando en un 10% el coste anterior y no se incluyó en el pliego un número mínimo de trabajadores para poder realizar la tarea. Se adjudicó con una baja muy sustancial a un puñado de empresas ligadas a la construcción y amigas de pasar por los despachos de concejales y consejeros, empresas que iban a ser las encargadas de hacer realidad los recintos deportivos del sueño olímpico. Como vemos, un tipo de basura moral que no se incluye en los pliegos de condiciones pero que condicionan las adjudicaciones. Una vez destruido el globo olímpico y dos meses después de adjudicarse el temerario contrato, las empresas confiesan que deben despedir a más de 1.100 trabajadores para hacer el mismo trabajo y para cuadrar sus cuentas sin mermar sus beneficios. Esta es una prueba evidente de cómo están destruyendo todo lo público intentando engañar al personal diciendo que no se recortan los servicios. Algo que ya sabemos, después de la crueldad de esta crisis, que es mentira. Ahora la culpa la tienen los huelguistas que defienden sus puestos de trabajo y un modesto salario.
En las nubes, en el cielo del Ayuntamiento, los que han propiciado el desastre despilfarrando el dinero de los contribuyentes, no tienen responsabilidad alguna. El mal de Madrid está muy extendido en toda España porque, pensemos: ¿quién ha elegido a Ana Botella?, ¿sería Ana Botella alcaldesa de Madrid si no fuera la esposa de José María Aznar? Usted conoce, como yo, las respuestas y le sobrarán razones para argumentar por qué es tan urgente cambiar el sistema de elección de nuestros dirigentes. Está claro que ni los buenos, ni los mejores, ni los menos malos llegarán nunca a presentarse, sino los seleccionados por una élite que detenta el poder dentro de cada partido. El segundo problema, es que en este país nadie asume su responsabilidad ni sabe cuál es de verdad el papel de un gobernante. Algunos creen que llegar a un puesto político de gestión es cómo ganar un concurso de la tele. Ya tengo el premio y ¿ahora qué hago? Algunos políticos actuales, como Ana Botella, no saben que gobernar no es colmar tus expectativas de éxito personal, sino tener algo que ofrecer a los ciudadanos y, especialmente, esforzarse cada día en no defraudarlos y si lo haces, tener la valentía de devolverles el poder que te prestaron para servirlos.
Pero no, aquí nadie asume ni errores ni responsabilidades ni se sonroja mintiendo e insultado a los ciudadanos. Ahí tenemos al ministro Wert, que acaba de montar otro pollo con las becas Erasmus y hasta Europa ha concluido que sus declaraciones eran “basura”. Y por cierto, basura también me parece que, después del desastre del Prestige que inundó de chapapote nuestras costas y arruinó a los pescadores en una catástrofe ecológica sin precedentes, sepamos once años después que nadie fue responsable de nada, salvo “un poquito” el capitán del barco al que han impuesto una leve condena. No me extraña que la prensa extranjera se haga cruces con nosotros porque yo me pregunto, ¿vivimos en España o en medio de un estercolero?