“Clamé al cielo, y no me oyó.
Mas, si sus puertas me cierra,
de mis pasos en la Tierra
responda el cielo, no yo”
Tomo prestados estos versos de Zorrilla porque ilustran a la perfección la enorme decepción que habita en la inmensa mayoría de los españoles. Me explico, digamos que, por diferentes razones que don Juan Tenorio, nos sentimos totalmente ninguneados por nuestros dirigentes. Clamó al cielo don Juan como nosotros clamamos a nuestro gobierno, supuestamente democrático, sin éxito alguno. Hay una mayoría de españoles totalmente decepcionada con lo que está ocurriendo y que pide a gritos que se frene el evidente deterioro del sistema educativo, los crecientes obstáculos para acceder a la educación en condiciones de igualdad, los recortes de medios humanos y materiales en la sanidad pública o en la atención a personas dependientes. Nuestros científicos piden recursos para los programas de investigación que pueden ser la base de nuestro futuro, la calle pide un poco de sensibilidad para no agravar más las penurias que pasan las familias sin recursos que pueden quedarse sin luz, sin agua o sin gas en pleno invierno. Se pide que, de una vez por todas, se ponga en marcha el tantas veces anunciando plan de choque para frenar el desempleo juvenil y se exigen medidas que palien la creciente pobreza y el imparable incremento de los sin techo, sin hogar, sin esperanza y sin futuro. Por mucho que clamamos, no hay respuesta.
Tampoco la hay para esa enfermedad que carcome nuestro sistema político e institucional: la corrupción. Cada día un nuevo episodio engrosa la larga lista de saqueos del dinero público. Los bandoleros han estado apostados por todo el territorio nacional, de norte a sur y de este a oeste, incluidos esos lugares que claman ahora la independencia, habrán pensado que así gozarán de más libertad de movimientos para el reparto del botín. El nuevo episodio conocido da para filmar una nueva versión de la película, “el pisito”, protagonizada por el presidente de la Comunidad de Madrid, el heredero de la singular Esperanza. Las medidas adoptadas contra la corrupción son simplemente de olfato, es decir, se compra un poco de colonia y se esparce por la zona saqueada para evitar que el olor putrefacto incomode a los bandoleros.
Estas son las cosas que claman al cielo y que exige la gente, no descubro nada nuevo. Pero ¿qué hace el gobierno? Pues en vez de escuchar alguna de nuestras demandas, en vez de sentirse próximo al clamor popular, ha decidido tomar la calle antes de que nos echemos a ella. La nueva ley de seguridad ciudadana no sólo es un retroceso en las libertades públicas y en el ejercicio de nuestros derechos civiles, sino un viaje al pasado, a la época de los grises y de las porras, al miedo a la represión, al amedrentamiento para que no se ejerza la libertad de protestar ni de manifestar opiniones sin la tutela del poder. Por si fuera poco, en un despropósito sin precedentes, hasta los vigilantes jurados podrán detener ciudadanos. Tanto exceso de celo por parte de este nuevo guardián del orden público que es el ministro del Interior, es preocupante e insultante en una democracia no tutelada. Pues bien, en vez de comprar una fumigadora contra corruptos, Fernández Díaz ha decidido dotar a la policía de una especie de tanque que lanza chorros de agua a fuerte presión, para que llueva a cántaros sobre nuestra libertad en vez de sobre sus miserias. Nadie ha pedido esta ley pero nos la van a obsequiar como regalo de reyes. Ellos no comparten nuestros clamores pero, por si acaso, se están preparando para que nuestro malestar no les coja por sorpresa.