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Entre visillos

El olvido está lleno de memoria

          “Hay quienes imaginan el olvido/como un depósito desierto/ una cosecha de la nada y sin embargo/el olvido está lleno de memoria”. El viento del invierno me ha refrescado estos versos de Mario Benedetti al contemplar lo que ocurre en nuestra querida España. Terminaba la semana con el partido del gobierno reunido en Valladolid, allí sus dirigentes se enorgullecían de la multitud de batallas ganadas en su lucha contra la ciudadanía tras someterla a tal cantidad de torturas cotidianas que van a resultar inolvidables para muchas generaciones. Dijo Dolores de Cospedal que en España o “es el PP o la nada”. Podemos decir que es, en esa miserable nada, donde nos han colocado. Pareciera que los dirigentes del PP hubieran olvidado todo lo que prometieron. Como no es posible andar tan desmemoriados es fácil concluir que nos toman por el pito del sereno. Los pilares de su programa electoral fueron básicamente: crear empleo, bajar impuestos, no poner dinero público para salvar bancos y no tocar ni educación ni sanidad ni servicios sociales. No hace falta que les recuerde a ustedes lo que han hecho. Unos días después de su glamurosa convención, que terminó con una carga policial desmesurada contra los manifestantes, las cifras de paro fueron elocuentes: 113.097 desempleados más y 184.031 afiliados menos a la Seguridad Social en el último mes. En resumen, un millón de parados más desde que Rajoy es presidente. Las explicaciones que dieron al desastre humano del paro fueron hilarantes.

          Protagonizan una película de los hermanos Marx, un despropósito tras otro y tras tirar todo al contenedor de basura la única promesa prioritaria es la modificación de la ley del aborto. El general Gallardón ha decidido que las mujeres serán madres aunque no quieran. Él no piensa abdicar de su programa ni del apoyo que le otorga el presidente del gobierno, a cuya superior jefatura se debe porque su efímero poder, que tanto adora, proviene del dedo de Rajoy. Al ministro de Justicia debiera preocuparle más acabar con la corrupción en España que con los derechos de las mujeres y más hoy que la Unión Europea ha advertido que España, además de campeona del paro, es líder en corrupción pública. Pero esto para Gallardón no tiene importancia. Él solo se ocupa de proteger a los imputados por corrupción con la ayuda de la fiscalía. Claro que para combatir con eficacia este cáncer habría que hacer tal limpieza que pudieran acabar echándole a él.

          Aquí en nuestra tierra, en La Rioja, que tanta transparencia prometen y jamás practican, mediada la semana, el juez Ruz citó a declarar al secretario general del PP riojano y a su gerente para que detallaran si la compra de su sede por un millón y medio de euros, ¡ahí es nada!, pudo hacerse con dinero negro, posteriormente blanqueado por Luis Bárcenas y de nuevo remitido a La Rioja. Esto ocurrió en 2008 y ¡oh, sorpresa!, ni Carlos Cuevas ni la gerente se acuerdan de nada de nada. Ellos, que tanto recuerdan los errores ajenos aunque sean del siglo pasado, dicen que mágicamente aparecieron 200.000 euros en su cuenta y se enteraron cuando vieron el extracto. Esto no me digan que no es un milagro. Deduzco, con toda lógica, que si el ministro del Interior, Fernández Díaz, ha declarado que España va mejor porque Santa Teresa de Jesús vela por nosotros, quizás, en algún rato libre mi querida Santa Teresa, multiplicó la pasta de la cuenta del PP en vez de hacerlo con la de Cáritas, el Banco de Alimentos o en la Cocina Económica como Dios manda.

           Como dice Benedetti “en el fondo el olvido es un gran simulacro/Nadie sabe ni puede/aunque quiera/olvidar”. Yo confío en que Santa Teresa y la Virgen de Valvanera iluminen nuestra memoria de ciudadanos reiteradamente burlados para que no olvidemos que además de tomarnos por tontos quieren que comulguemos con ruedas de molino.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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