Algunos creen que conseguir el poder conlleva alcanzar, por arte de magia, la sabiduría. Es éste un gran error y más en estos tiempos en los que los altos cargos se alcanzan, no en función de la valía, sino del nivel de sumisión al jefe. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz es un buen ejemplo de este malentendido. En unos momentos de ausencia de violencia terrorista, lo que debía facilitar la gestión al frente de su ministerio, los errores se suceden. No comprende el señor ministro que la realidad no cambia porque él lo ordene ni por grande que sea el poder que administra su partido.
Su anteproyecto de Ley de Seguridad Ciudadana, que pretendía amordazar ciudadanos y limitar derechos, ha recibido tremendas críticas no sólo de influyentes sectores de la sociedad sino también del Consejo de Estado y del Consejo de Europa. Podemos decir que su buque insignia ha naufragado en las aguas de nuestra propia Constitución y en la legislación internacional sobre derechos humanos. Asimismo, la tragedia humana acontecida en las playas de Ceuta, con el balance de quince personas muertas, ensucia su errática y desafortunada gestión. Un ministro que hace ostentación de sus creencias religiosas y que ha otorgado la medalla al mérito policial a la cofradía “de Nuestro Padre Jesús ‘El Rico’ y María Santísima del Amor”, en vez de esconderse detrás de la Guardia Civil, debiera saber que si Jesucristo hubiera estado esa noche en las playas del Tarajal hubiera pertenecido a la cofradía de “Jesús, el Pobre” y acudido con su lancha a salvar a sus hermanos.
Ha intentado Fernández Díaz lavar su imagen y tranquilizar su conciencia acudiendo a Ceuta y Melilla, pero la propaganda no remedia ni lo uno ni lo otro. Para tapar sus errores ha querido meternos el miedo en el cuerpo repitiendo que hay más de 30.000 subsaharianos preparados para invadirnos y que son las mafias las que están detrás de los asaltos para cruzar ilegalmente la frontera. Sin embargo, el jefe de la Brigada de Extranjería y Fronteras de la Policía Nacional, Ramón Caudevilla, tuvo la sinceridad de expresar que los asaltos masivos son más “un movimiento impulsivo de los inmigrantes” que fruto de la acción de las mafias, entendiendo “como mafia un grupo organizado”. A su juicio es imposible que puedan “manejar tantas nacionalidades y dentro de cada nacionalidad cada tribu”. Este policía que lleva 16 años en extranjería cree que estos movimientos obedecen a la unión espontánea de los inmigrantes para conseguir su objetivo, un sueño planificado durante años y “nada más”. Caudevilla ha sido cesado de forma fulminante por rebatir al ministro, una rapidez que no ha mostrado a la hora de destituir al director general de la Guardia Civil tras negar la realidad de lo ocurrido y contradecirse reiteradamente. Fernández de Mesa ha desaparecido, nadie sabe dónde está, a lo mejor comiendo paella con Tejero.
El problema de la inmigración no es fácil, nadie lo niega, pero no olvidemos que Ceuta y Melilla, están en África, aunque son España, y que son la puerta más accesible para entrar en Europa. Hace unos días 500 inmigrantes, de los más de 1.000 que lo intentaron, han saltado la valla de Melilla. En el centro de acogida reinaba la alegría, al menos por unas horas o por unos días, la mayoría eran de Mali, huyen del horror y solamente son dueños de su propio sueño: Europa. Nadie les llama, ninguna valla les puede parar, perder la vida no les asusta porque, en el lugar de donde vienen, tampoco la tenían. Unos se arriesgan por los otros, lo saben. Ellos aprovechan cualquier circunstancia favorable, ayer fue la niebla y mañana será el sol. Señor ministro analice la realidad para afrontarla y deje los prejuicios y las consignas en la puerta del consejo de ministros, será más eficaz en su tarea si en vez de la mentira utiliza la inteligencia.