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Entre visillos

Huir de sí misma

          Una puede fugarse del país o huir de la policía pero nunca jamás puede escapar de sí misma. Digamos que eso le ocurre a Esperanza Aguirre a la que su particular histrionismo la atrapa vaya donde vaya y esté donde esté. En un estudiado golpe de efecto abandonó la presidencia de la Comunidad de Madrid, tras designar un sucesor que por algo es condesa y grande de España. Como bien sabemos, ella jamás dio un paso atrás de la primera línea de la política y su empeño en hacerse presente en los medios de comunicación ha sido una constante desde entonces. Esperanza sabe perfectamente que lo que no se ve a menudo en los televisores ni se escribe en el papel couché termina por olvidarse y ella quiere optar a la alcaldía de Madrid aunque, en realidad, lo que de verdad añora es suceder a Mariano Rajoy. No es de extrañar que el episodio con la policía madrileña y el consiguiente espectáculo posterior haya sido visto con satisfacción en Moncloa y en su partido donde un elevado número de correligionarios han disfrutado de lo lindo con el traspiés de doña Esperanza.       

          Como bien hemos recordado estos días, tras el fallecimiento de Adolfo Suárez, no hay peor cuña que la de la propia madera y ella levanta tan encendidas pasiones como indisimulados odios dentro y fuera de su partido. Es cierto que un aparcamiento indebido, en la calle de más tráfico de Madrid, puede considerarse un suceso menor en un país con tantos problemas, pero lo ocurrido define al personaje. No olvidemos que son los detalles, la reacción espontánea ante un hecho no previsto, los que nos muestran el verdadero talante de la persona. Las excusas que dio inicialmente tras su salida de tono ante los agentes nos muestran cómo es ella en realidad y cuál es su concepto de un poder que todavía cree que ejerce. Ha querido ridiculizar la actuación de los agentes acusándolos de machismo y de otras lindezas que no vienen a cuento. Cumplir y hacer cumplir la ley es el juramento de cualquier cargo público en su toma de posesión, así que la ejemplaridad debe ser la norma de actuación y si se comete un error es mucho mejor reaccionar con humildad que con soberbia, pero claro, estas cosas no pasan por la mente de Terremoto Esperanza.

          Imaginemos por un momento que igual comportamiento contra los policías, con huida y persecución incluidas, lo hubieran tenido un dirigente de la marea por la Sanidad Pública, de la Plataforma Antidesahucios o del 15-M. Es fácil imaginar las demoledoras palabras de doña Esperanza. No me cabe duda de que hubieran sido acusados de filoterroristas que ponen en duda la autoridad de la policía y por supuesto que atentan contra el Estado de Derecho, la Constitución, la unidad de España, deteriorando nuestra imagen internacional, el turismo estacional y el amanecer español. Todo ello sin olvidar que sus palabras hubieran sido amplificadas hasta el infinito por un coro mediático que la defiende, haga lo que haga, al tiempo que denigran a quien ose criticarla. Esta es la realidad. Ella, que con tanto denuedo ha buscado el protagonismo de los medios de comunicación, no puede ahora extrañarse de que todos los focos se vuelvan hacia quien busca ser siempre la novia en la boda o el niño en el bautizo, porque toque o no toque ser la protagonista ella siempre está presente.

           Por cierto, su petición de disculpas no es por arrepentimiento sincero sino que es, de nuevo, un movimiento táctico interesado para no malograr sus aspiraciones políticas que permanecen intactas. Está claro que en un país en el que nadie asume responsabilidad alguna y en el que no dimite ni dios ella no va a inmolarse en el altar de la humildad. Como los penitentes en Semana Santa ella recorrerá televisiones y radios para ser aplaudida y reconfortada. No olviden que sobrevivirá a esta y a otras guerras porque si los gatos tienen siete vidas la condesa de Murillo tiene, como mínimo, diecisiete. ¡Buena la tienen en la calle Génova como aparque en doble fila Esperanza!

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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