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Entre visillos

Para más inri

         

        Durante esta semana de Pasión hemos conocido que a Silvio Berlusconi le han impuesto una pequeña penitencia para dar cumplimiento a una más que benévola condena, por un nada minúsculo fraude a la hacienda pública. Fue condenado a cuatro años de cárcel pero gracias a una amnistía, totalmente casual, la pena ha quedado reducida al cumplimiento de 10 meses de servicios comunitarios. Así que el antiguo Cavaliere ve rebajada su condena a pasar cuatro horas a la semana cuidando a abuelitos, de su misma edad, en el geriátrico de la Sagrada Familia de Cesano Boscone. Creo que este apaño es un mazazo para la higiene necesaria en la vida pública. Anticipo que no hay duda de que Berlusconi se lo va a pasar bomba con la pequeña mortificación que le va a redimir de uno de sus variados y múltiples pecadillos, públicos y privados. Como estamos en el punto álgido de la Semana Santa diré que, para más “inri” y dolor de estómago de sus detractores, sin haber transcurrido el primer mes, Berlusconi se habrá hecho amigo de todo el geriátrico. El condenado por fraude se entretendrá jugando a la baraja y al parchís con sus nuevos amigos y puede que incluso les organice una gala musical para cantarles letrillas de amor que para eso el Cavaliere se inició en la vida como cantante de cruceros. Tiempo al tiempo.

          Lo relatado sobre Berlusconi parece una broma pero no lo es. En España también se indulta a condenados por corrupción y todos sabemos que hay casos sangrantes que afectan a la financiación de los partidos que van a quedar impunes pese a la evidencia y a la convicción generalizada en la población de que los hechos son tan ciertos como la profundidad de la crisis que sufrimos. En los países del sur de Europa y en ello, Italia y España son muy semejantes, el fraude y la corrupción están siendo el abono perfecto para conseguir desacreditar la democracia al dejarla desprovista de los sistema de control y de castigo necesarios para erradicarla en vez de favorecerla. En los países del Norte también existe corrupción pero la expulsión de la vida pública y la dimisión son inmediatas, aunque el fraude sea por cosas que en España darían risa a muchos, como una multa de tráfico o plagiar una tesis doctoral.

         Según el informe de Transparencia Internacional para 2013, España ha caído en 10 puestos en el índice de percepción de la corrupción situándose a la cola de la Unión Europea junto a Grecia. Podemos decir que somos campeones europeos en paro y en corrupción y que, en los últimos comicios, el 70% de los políticos imputados fueron reelegidos. Evidentemente la tolerancia social con la corrupción pública y privada es uno de nuestros grandes dramas y mientras la población no la censure electoralmente el cáncer que está destruyendo nuestra débil democracia no se erradicará.

          Estos días que la mayoría de la clase política asiste a multitudinarias procesiones, no por convicción, sino con el único objetivo de dejarse ver entre sus conciudadanos y fotografiarse para la posteridad, debieran presentarse al desfile tras leer el evangelio de Lucas sobre los fariseos y la parábola del administrador infiel. Porque “el que es injusto en lo poco, también lo es en lo mucho” y “si, pues, no fuisteis fieles con la riqueza injusta, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo nuestro?”. Lo urgente en España es recuperar la condición de servidor público del político y su vocación debe determinarla su pasión por el interés general  y no por el engranaje clientelar de su partido ni por la relevancia social que otorga el cargo. La democracia sólo se fortalece con transparencia y la corrupción se combate con voluntad política y aplicación del código penal. Es penoso que, para más “inri”, algunos se rían en nuestras narices haciéndonos creer que se dedican a la política para salvarnos de un destino que predicen terrible sin ellos.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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