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Entre visillos

Las barbas del vecino

Dice el viejo refrán español que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pongas las tuyas a remojar y no duden que así es. El resultado de las elecciones europeas va a ser difícil de digerir no sólo en España sino también en la mayoría de los países de la Unión Europea, al ponerse de manifiesto no sólo la profunda brecha entre ciudadanos y dirigentes sino por el temor a que el proyecto europeo se arruine por la desconfianza en la bondad de las medidas adoptadas. Mientras en España unas décimas de crecimiento son recibidas como un éxito en Francia, por ejemplo, con un paro que no supera el 10% y mejores datos económicos, consideran que la situación es extrema. Los franceses contemplan con preocupación las elevadas tasas de desempleo de los países del sur de Europa y, en especial, las de España y Grecia y se sienten aterrados de que una catástrofe semejante acabe llegando a su país.

A estas alturas, todo pende de un hilo en Europa. Si los españoles dudamos de la eficacia de las medidas impuestas tampoco parece que hayan satisfecho a los franceses. No creen que los sacrificios y el recorte de derechos sociales estén frenando la gangrena y, como nosotros, tienen la percepción de que se atiende más a los intereses de los grandes lobbys económicos y empresariales que a los de la población en general. Los totalitarismos llegaron a Europa con otra crisis y el avance de la ultraderecha liderada por Marine Le Pen es una amenaza y una advertencia de lo que puede llegar a repetirse. Con ella están coqueteando muchos franceses, huyendo de los partidos tradicionales. Como aquí, tanto la derecha (UMP) como la izquierda viven horas muy bajas en la aceptación popular. El primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, tras cien días al frente del gobierno, acaba de aprobar un paquete de medidas económicas con la oposición de los sindicatos y de una parte de los diputados de su partido que no las han apoyado. Va a producirse un ajuste de 50.000 millones en tres años. La quiebra de la disciplina de voto en el Partido Socialista francés es un síntoma de las dudas que entrañan unas medidas con inmediatas repercusiones sociales como la congelación de pensiones, la reducción de las regiones y otros gastos de la estructura política del estado. El resultado de esta medicación está por ver pero de momento la popularidad del gobierno francés es tan escasa como la del gobierno español. Al otro lado, el partido de Sarkozy se debate en una quiebra interna más insana que la ideológica: la corrupción. La imputación a Sarkozy de financiación ilegal de su campaña electoral de 2007 con dinero del dictador libio Muamar el Gadafi, violación de secretos y corrupción activa hace temer a muchos que su intención de volver a la política favorezca aún más el ascenso de la ultraderecha. En su propia casa, sus competidores directos, Alain Juppé y François Fillon, se frotan las manos. Ya se sabe que no hay peor cuña que la de la propia madera y ellos, como dice la prensa francesa, más que su retorno, preferirían su silencio. Hace unos días Sarkozy fue retenido para declarar como lo que es, un ciudadano más que un día fue presidente de la República francesa. Es cierto que para defenderse ha invocado una teoría de conspiración de jueces y del propio presidente Hollande y que una parte de la prensa le apoya en esa teoría pero, también es verdad, nadie en Francia duda que ha sido tratado como un ciudadano más. Si es inocente o culpable ya se verá en el proceso. Por eso cuando los franceses miran a España se asombran de que los españoles aguantemos lo que estamos aguantando sin que pase nada. Ven un paro alarmante y un gobierno con la sospecha, cada vez más nítida, de que se ha financiado ilegalmente y no deja de sorprenderles que mientras el expresidente de la República francesa comparece ante un juez desnudo de privilegios, en España al rey que ha abdicado se le haya fabricado un aforamiento exprés para que pueda esconderse, con otros 10.000 más, tras un privilegio que consideran medieval. Claro que esto les ocurre porque no saben que España sigue siendo diferente.

 

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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