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Entre visillos

El refugio de los canallas

Tengo que confesar que, pocos días después de que Jordi Pujol se autoinculpara y tras conocerse pormenores de la fortuna y negocios del clan familiar, lo primero que me vino a la cabeza fue la película Senderos de gloria. Recordé el diálogo en el cual el coronel Dax (Kirk Douglas), ante una orden temeraria e injusta, le espeta al general una frase de Samuel Johnson, de contenido inolvidable: “El patriotismo es el último refugio de los canallas”. Una sentencia pronunciada por un inmejorable Kirk Douglas, que hirió el orgullo del altanero general francés. La película rodada por Stanley Kubrick en 1957, está basada en una novela de Humphrey Cobb escrita en 1935 e inspirada en hechos reales que él mismo investigó. En Francia se estrenó en 1975 y en España en 1986, cuando Franco llevaba ya once años en el Valle de los Caídos. Ya sabemos que en España hay cosas que siempre nos llegan con notable retraso. Las autoridades nos cuidan para que no sepamos las verdades hasta pasado mucho tiempo, cuando ya son historia, no vaya a ser que se nos active la inteligencia y decidamos amotinarnos contra los poderes establecidos.

            Con lo de Pujol ha pasado lo mismo, nos lo han contando cuando han querido. Por lo visto nos protegían a nosotros, no a los Pujol. No querían darnos un disgusto no fuera a ser que pusiéramos en duda la eficacia de un sistema democrático que tanta sangre, sudor y lágrimas nos costó conseguir. Los que creíamos que la corrupción sistémica era cosa de las dictaduras y de los totalitarismos, de uno u otro signo, hemos sido sorprendidos en nuestra buena fe al descubrir, de pronto, la materia de la que está hecho el poder. Hemos aprendido a fuerza de soponcios y sobresaltos continuos que el poder algunos no lo añoran para cambiar el país al que dicen servir sino, como ya he dicho en otras ocasiones, para forrarse. Todo indica que lo de los negocietes del clan, lo del 3% de comisión y otros asaltos a las arcas públicas con simuladas adjudicaciones legales, todo ello presuntamente (no vaya a ser que ahora a la cárcel vayamos la que esto escribe y usted que me lee), es algo que todos sabían y nadie contaba. Como con la primavera, el dinero llegó a los bancos de Andorra y todavía hoy, 34 años después, no sabemos cómo ha sido.

            Todo resulta indignante porque este patriota de pacotilla pretendía ser una especie de héroe del catalanismo como otros intentan serlo del españolismo y todos se han forrado a costa de nuestra buena fe e invocando el nombre de la patria. Reflexionemos: si no se hubieran realizado grandiosas y costosas obras como aeropuertos sin aviones, lujosos edificios sin contenido o recalificados los terrenos de los amigos tampoco nos veríamos como nos vemos y, por supuesto, ese puñado de patriotas de pacotilla no tendrían cuentas en Suiza, ni mansiones de lujo, ni los dinerales que un sueldo público, por elevado y digno que sea, no proporciona.

            El otro día se reunieron en la Moncloa, Artur Mas y Mariano Rajoy para hablar de sus respectivas patrias. El primero lleva el fracaso pegado a los talones y el segundo, gracias al primero, puede seguir pronunciado reiteradamente la palabra España para ver si olvidamos a Jaume Matas, Bárcenas, Camps, Carlos Fabra, los sobres con dinero negro y otros asaltos al dinero público perpetrados siempre en nombre de España. Ha llegado la hora de conocer toda la verdad sin esperar a que el tiempo nos la descubra, porque todavía hoy desconocemos el tamaño real de la ciénaga aunque en esta democracia imperfecta, un día u otro, el pastel se descubre. La mejor manera de parar la gangrena es arrebatarles nosotros la bandera de las manos para que no nos despisten con ella. Es indudable que en España todavía hay políticos honestos y buena gente que trabaja por el interés general, esos deben ser nuestra esperanza. Hay que conseguir que nos gobiernen gente de comprobada capacidad de servicio y para ello es preciso modificar el sistema electoral. Es la única forma de conseguir que un nutrido grupo de falsos patriotas abandonen su refugio y nos devuelvan la bandera por haberla manchado con deshonor.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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