En 1880 Guy de Maupassant escribió un magnífico relato que tituló Bola de sebo. La historia se desarrolla durante la ocupación prusiana de Francia y en ella diez personajes con salvoconductos huyen de Ruan en una diligencia. Viajan tres matrimonios adinerados tratando de salvar sus fortunas, dos monjas, un político (presuntamente revolucionario) y una conocida señorita de la vida galante, mal mirada por el resto dada la “inmoralidad” de su profesión. Ella compartirá sus viandas cuando todos tenían hambre, pese al desprecio que le habían mostrado. Al parar en una posada un capitán prusiano les impide seguir adelante si Bola de Sebo, no pasa una noche con él. La prostituta se niega, algo que no comprenden las damas ricachonas ni las monjas dado su oficio y los hombres tratan de convencerla, olvidando tanto su patriotismo como su hipócrita moral. Al final Bola de Sebo acepta y al día siguiente pueden partir repitiéndose en la diligencia iguales desprecios hacía quien, con su generosidad, había permitido que huyeran con sus fortunas y con sus falsos principios morales.
Cuando observo estos días el teatrillo de la política española no puedo sino evocar el comportamiento de esa mujer, más ejemplar que quienes se consideran padres de la patria. También veo que los ciudadanos de a pie somos un poco como la prostituta del cuento, que además de ser insultados con engaños estamos poniendo la cama. El asunto del referéndum catalán se ha convertido en el centro de la vida española y ello es así porque tanto el gobierno de España como el de Cataluña están dirigidos por supuestos líderes que ejercen su poder con una miopía que puede convertirse en histórica catástrofe. Yo me pregunto si les interesa de verdad lo que les ocurra a los españoles, catalanes incluidos, porque de momento todo somos España.
No hay cosa más sencilla en política, ni tampoco más peligrosa, que agitar los sentimientos identitarios. Igualmente nada hay más ventajoso en los tiempos de demagogia en que vivimos que señalar un enemigo como causante de actuales o venideras desgracias. Ciertamente, todo indica que se ha llegado a un callejón sin salida con un horizonte tan negro como la crisis actual. En realidad los mayores enemigos de españoles y catalanes son el paro, el crecimiento de la desigualdad social, la corrupción y la ausencia de proyecto común, pero se están llevando las cosas a un enfrentamiento irracional que veremos dónde termina. Rajoy envuelto en la bandera de España y Mas en la catalana, impávidos y con embustes están levantando pasiones difíciles de aplacar. El referéndum convocado es ilegal, lo sabemos todos, pero más allá de una clase política irracional está la gente y para convencerla de que puede haber una convivencia y un futuro en común habrá que hacer algo más que enviar antidisturbios y negar el diálogo.
Al mismo tiempo, catalanes y españoles, observamos que el empobrecimiento y la desigualdad social son tan reales que estremecen y no creo que los solucionen ni la independencia ni la intransigencia. En medio del maremoto y ante el riesgo de una tercera recesión, se han inventado una nueva fórmula para medir el producto interior bruto (PIB). Para que las cifras macroeconómicas les cuadren mejor computan en la Contabilidad Nacional la prostitución y las drogas y gracias a ello el PIB nominal de 2013 pasa de 1.022.988 a 1.049.181 millones de euros. Es decir, las actividades ilegales representan el 0,87%. Fíjense ustedes, ahora va a resultar que, como en el cuento de Maupassant, las prostitutas nos van a salvar haciendo crecer la economía con más acierto y grandeza moral que los supuestos líderes de la política española. De momento, en una parte del territorio crecen los anticatalanistas y en el otro los independentistas y sobre la cuerda, cada vez más tensa, están Rajoy y Mas, Mas y Rajoy que hablando el mismo lenguaje parecen decirse: de puta a puta, taconazo. Sólo nos queda esperar que el daño que causen no sea irreversible y que la generosidad de las prostitutas, como en el cuento, nos salve.