En España el soufflé de la corrupción no para de subir y la temperatura del horno está ya a punto de explotar. Vivimos en un país de asombrosas maravillas inventadas por profesionales del malabarismo y de la estafa. A fecha de hoy, Rajoy guarda un silencio cómplice y cobarde y permanece tan mudo como José María Aznar. El que fuera definido por algunos como el mejor presidente democrático, tiene hoy a todos sus hombres de confianza enmarañados en tramas de corrupción. En 2010, presentando el libro España: claves de prosperidad, calificó a Rodrigo Rato como el “mejor ministro de Economía de la democracia”, algo así como el Cid Campeador del milagro económico español. Los dos se creían las claves del éxito que compartían en ese acto simbólico con Rajoy, el sucesor designado por Aznar. En aquellos días Rato acababa de llegar a la en la presidencia de Caja Madrid sucediendo a Blesa, el amigo de Aznar, en un tejemaneje político que hoy conocemos con toda su crudeza. Aznar sabe mejor que nadie que si hay que salvar a Rajoy habrá que sacrificar otras piezas para tranquilizar al personal y su cabeza puede ser la próxima tras la que esconderse de la verdad.
En 2010 todavía colaba en la opinión pública que Rodrigo Rato era un superdotado en el terreno económico y financiero. Nosotros no conocíamos nada de nada, pero ellos sabían muy bien lo que habían hecho y lo que estaban haciendo con Caja Madrid y con la caja B del partido. Ahora que los pájaros Blesa y Rato, junto a otros muchos pajaritos, han sido cazados, somos conscientes de la voracidad y la ausencia de escrúpulos con la que manejaban los ahorros de los impositores. Sintiendo náuseas de tanto latrocinio, me pregunto: cuándo Rato, Acebes, Álvarez Cascos, Jaume Matas o el resto de los que cobraban sobresueldos en negro, iban al Consejo de Ministros que presidía Aznar o al Consejo de Administración de Bankia ¿en qué pensaban?, ¿en la sociedad a la que debían servir?, ¿en España? Yo creo que sólo pensaban en su lucro personal. La lista de invitados a la boda de la hija de Aznar, en plena efervescencia económica y política, cuando se creían intocables, resulta hoy esclarecedora y acusatoria. En ella aparecen todos los imputados por los jueces, bien sea por la trama Gürtel, por el caso Noos, por la gestión de las preferentes de Bankia, por el uso de las tarjetas opacas o por tantos etcéteras que ya ni recuerdo. Lo que no puedo olvidar son, entre otras nimiedades, los más de 30.000 millones de euros que nos ha costado a los españoles el rescate de Bankia, tras el atraco planificado desde el interior por sus propios gestores. Esa inmensa deuda la estamos pagando estrangulando nuestra sanidad pública y nuestro sistema educativo y empobreciendo a la población. Resulta desolador el espectáculo y es demoledor que a día de hoy, tras todo lo ocurrido desde que estallara el caso Bárcenas, ellos sigan negando y mintiendo para eludir una responsabilidad política indiscutible, ya que las civiles y penales espero que las diriman los jueces con ecuanimidad.
Tengo la impresión de que durante años en España se ha estado perpetrando el robo del siglo por ambiciosos sin escrúpulos que se creían los más listos del país y que no tuvieron en cuenta que el sentimiento de impunidad suele inducir a errores. En el fondo estos personajes han perpetrado el atraco al puro estilo Torrente en el asalto a Eurovegas, es decir, a lo cutre. La democracia que tenemos es imperfecta pero, al menos, el reproche social ha comenzado a dar sus frutos y ojalá que la justicia actúe como tal, todavía hay esperanza. Escuchando las declaraciones de algunos dirigentes tildando de antisistemas a nuevos movimientos políticos, yo me sonrío. En realidad son hijos suyos, son la reacción a su incoherencia y a su inmoralidad. Todo indica que el sistema político nacido de la transición ha sido destruido por la voracidad de sus falsos guardianes.