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Entre visillos

Huyendo

 

Quien huye de la realidad acaba topándose de bruces con ella. Mariano Rajoy, en su particular forma de entender la política, lleva tiempo evitando afrontar la crudeza de una realidad que escandaliza, desanima y cabrea a la mayoría de sus conciudadanos. Rajoy es, hoy por hoy, ya lo he dicho otras veces, el mejor descendiente del don Tancredo español. Convencido como está de que el tiempo todo lo arregla permanece quieto, emboscado, en un silencio que se me antoja cobarde, esperando que el toro pase sin verlo. España se desangra por los cuatros costados y el presidente prepara su huida a Australia para que los teletipos con las malas noticias lleguen con unas horas de retraso y quizás, cuando los lea, el nuevo problema ya se habrá solucionado. Así es el presidente Mariano Rajoy, un profesional de la política escasamente profesional, que huye de la realidad, de la prensa y de la responsabilidad pero que está atrapado en el cenagal de la corrupción, del embuste y de la indolencia como si fuese una fotocopia del mismísimo rey pasmado de la novela de Torrente Ballester.

 Ante ninguna crisis importante que nos ha afectado en los últimos años ha tenido agallas para dar la cara, coger el toro por los cuernos y plantear una solución imaginativa o coherente. Si analizamos su acción política observaremos que siempre ha vivido de las escusas o eludiendo la responsabilidad. Los recortes los hacía porque no le quedaba más remedio, órdenes de Bruselas. Sobre la corrupción, ¡ay amigos! ¡que temazo!: -Sé fuerte, Luis, sé fuerte. Le dijo a Luis Bárcenas cuando éste ya estaba en la cárcel y no pasó nada de nada. Mentira tras mentira, mientras se engordaba el ovillo hasta abrazar a Monago (viajero por amor a costa del erario público) ¡Cuánto habrá que esconder para no pedir dimisión alguna ni a imputados ni reimputados ni plurimputados. ¡Ya escampará!, piensa don Tancredo. De la crisis del ébola, ni palabrita del niño Jesús. Cuando amainó el temporal dijo que le habían informado los expertos de que la cosa iba bien.

Tres días ha tardado en dar la cara con el pseudoreferéndum de Cataluña y lo ha hecho ante la presión de propios y ajenos sobre las nefastas consecuencias de su increíble silencio. Obligado por las circunstancias ha dicho lo de siempre, la ley está para cumplirla. Ya, ya, Mariano, pero siempre y todo el mundo, ¿verdad señor presidente? Después de tres días se ha percatado de que si en el simulacro de referéndum, sin garantías democráticas, han votado sólo un tercio de los catalanes es porque dos tercios no lo han hecho. Brillante conclusión a la que ya habíamos llegado los españoles sin necesidad de que la astucia presidencial nos alumbrara con su matemática conclusión. La tardía reacción de don Tancredo ha hecho que Artur Mas se apuntara como un éxito el apoyo a su consulta de más de dos millones de catalanes, una cifra que evidencia que algo más habrá que hacer que amenazar con la Fiscalía General del Estado. Sin olvidar el hecho de que, una vez más, la líder del PP catalán Alicia Sánchez Camacho haya anunciado una actuación que sólo compete a la fiscalía evidenciando la continua confusión de poderes de esta España sumida en la degradación progresiva de todas las instituciones de un Estado enfermo a todas luces.

Creo que la grandeza de la política y del poder democrático consiste en enfrentar los problemas reales no desde la miopía de ganar votos a corto plazo sino de buscar soluciones a largo. Hoy por hoy, después de que dos millones de personas, da igual que sean muchas o pocas según las opiniones, ya han votado aunque sea desobedeciendo, recurrir a la vía judicial es sólo la constatación de un fracaso, de su fracaso señor Rajoy. Lo que está claro es que el único que tenía un plan era Mas, porque Rajoy no tenía ninguno. Ya ven lo que son las cosas, antes del referéndum simulado el que parecía un cadáver político era Artur Mas y ahora el que lo aparenta es Mariano Rajoy. Pero nada, señor presidente váyase a Australia que es una forma de seguir huyendo.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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