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Entre visillos

Cuentos de Navidad

Este año la Justicia madrugó más que el gordo de Navidad. Lo cierto es que no deja de resultar extraño que así fuera porque como camina a paso de tortuga hay quienes creen que nunca va a llegar o que, como Papa Noel, sólo existe en nuestra imaginación de soñadores de un mundo mejor. Lo cierto es que la resolución del juez Castro de enjuiciar a la infanta Cristina de Borbón no puede ser una sorpresa sobrevenida sino que es la consecuencia lógica de la imputación, mantenida por dos veces, en un proceso de instrucción que se ha prolongado durante cuatro años. Las tensiones y las presiones a las que se ha visto sometido el juez son evidentes por más que la independencia del poder judicial no deje de invocarse en este país de apariencias. Nos hemos acostumbrado a convivir con una panoplia de personajes que dicen una cosa en público y otra en privado, exigiendo a otros lo que jamás ellos han practicado. No obstante tengo la íntima esperanza de que estemos comenzando a vivir un tiempo nuevo en el que la sensación de impunidad con la que habíamos convivido e incluso muchas veces tolerado por pasividad, se está terminando por hartazgo. Siempre se ha dicho que los empachos no son buenos, tampoco en Navidad. Nos pasa como en la canción de Joan Manuel Serrat, que “harto ya de estar harto, ya me cansé de preguntar al mundo porqué y porqué”. Al final las respuestas llegan y la justicia, aunque demasiado lenta para ser tal, parece que también. Ya sabemos la causa por la que tras años de democracia la reforma de la justicia y su falta de medios para instruir causas complejas de corrupción, cuyos delitos pueden llegar a prescribir antes de la apertura de juicio, sigue pendiente en este país de ciudadanos confiados y pacientes.

Pues nada, que al nuevo rey Felipe VI la lotería que trajo a España Carlos III en 1763, le obsequió con un premio ya anticipado de la mano de su hermana, la infanta esposa de Iñaki Urdangarín. Nadie debiera extrañarse a estas alturas de lo ocurrido, se le va a juzgar como a cualquier otro español, no vulneraré el principio de presunción de inocencia, los jueces decidirán si es culpable o no de los delitos que se le imputan. Estéticamente el espectáculo no ha sido hasta ahora muy edificante y quienes más han tratado de restar importancia a los manejos de su marido con políticos de primera y segunda fila, algunos encarcelados hoy, son los que más han perjudicado a la institución monárquica hoy renovada por extenuación y creciente falta de sintonía con su pueblo. El relevo en la jefatura del Estado se convirtió en la única salida posible al descrédito cosechado. Hoy por hoy aunque Cristina de Borbón renunciara a sus derechos sucesorios, el gesto, tardío ya, resultaría insuficiente para liberar por completo a su hermano el Rey de las sombras que le acechan. La monarquía ha sufrido en estos años un deterioro similar al del resto de las instituciones del Estado, por ello resulta imprescindible la regeneración a fondo de un sistema agotado y enfermo, por eso Felipe VI está intentando alejarse a toda velocidad del campo minado que heredó. Veremos a ver si lo consigue o no. Su discurso navideño ha tenido una puesta en escena equilibrada tratando de dar proximidad a su figura, pero el contenido no ha tenido sorpresas para evitar meterse en complicados jardines. Claro majestad que la corrupción hay que erradicarla de cuajo, todos estamos de acuerdo igual que con la afirmación de su padre sobre la igualdad de los españoles ante la ley. Pero sólo las frases bonitas ya no sirven. España y los españoles han cambiado y la mutación se ha acelerado durante estos años de dura crisis, es lo que tienen los períodos difíciles en la historia que mueven la inteligencia y alimentan la reflexión. Por eso todos percibimos que algunas cosas intolerables están cambiando en este país. Sólo me queda decirles que los sueños siempre se construyen colectivamente y se realizan con el esfuerzo mayoritario de la sociedad. Impulsemos la esperanza de un año 2015 mucho mejor. Felices Pascuas.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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