Año de nieves, año de bienes. Algo de nieve hemos visto esta semana pero también a los ríos desbordarse anegando cosechas, haciendas y esperanzas. En esta vida las malas noticias, en invierno y en verano, siempre afectan a los mismos. Estos días huracanes de datos han barrido la península. La gran banca aumenta sus beneficios más de un 27% en 2014, en concreto 9.756 millones de euros, lo que anticipa “el cambio de ciclo económico ante la incipiente recuperación de la actividad”. El paro ha subido durante el mes enero en 77.980 personas, hasta situarse en 4.525.291 desempleados. Además la afiliación a la Seguridad Social ha caído en casi 200.000 cotizantes, sin olvidar que los contratos que se realizan son cada vez más cortos y precarios. Como vemos, en una crisis tan brutal y de origen financiero, los primeros en salir de ella no son los que la han pagado con el sudor de su frente, donde los síntomas de recuperación no se advierten ni con la ayuda de la lupa sino los que la originaron.
En este marco lo que desanima a la ciudadanía no es la ola de frío polar que nos anuncian los hombres del tiempo. En invierno siempre hiela, así que de esta crisis de temperaturas seguro que salimos a lo más tardar en primavera, un alivio indudable para el elevado número de españoles que ha perdido su capacidad de poder calentarse con dignidad en su casa. Lo malo es que, incluso en primavera, los empleos seguirán siendo escasos, pues según la OIT hasta el 2019 el paro se situará por encima del 20%.
Mientras sobrevivimos al frío, el último sondeo de intención de voto del CIS ha subido la temperatura del escenario político, ya de por sí bastante caldeado. El PP se sitúa a la cabeza de intención de voto con un 27%, pese a perder muchos apoyos crece un 2% respecto del último barómetro, por detrás tenemos a Podemos (23,9%) y como tercera fuerza política, el PSOE (22,2%), con un líder mejor valorado (3,68) que Rajoy (2,24), ambos lejos del aprobado. Todo indica que el ascenso de Podemos, sostiene al electorado del PP y erosiona al del PSOE. Puede que la cocina del Centro de Investigaciones Sociológicas haya actuado a favor del poder pero todo indica que el tablero político se está alterando. En este país de políticos poco inclinados a la autocrítica y demasiado propensos a la exageración de los errores ajenos y a la ocultación de los propios, todos andan haciendo reflexiones. Hay mucha incertidumbre y en un año con cuatro citas electorales cruciales, va a resultar apasionante ir conociendo la opinión real de los ciudadanos expresada a través de las urnas. Los que ostentan el poder, ya sean PP o PSOE, según los territorios y municipios buscan frenar la erosión que les está causando el descontento entre sus votantes, tan fieles en otros tiempos. Va a ser difícil que sostengan el bipartidismo al que van dirigidos gestos como la reciente aprobación del pacto contra el terrorismo yihadista entre los dos partidos mayoritarios.
El PP tiene la ventaja de que circula por el carril derecho casi en solitario, pero va a resultar complicado que mantenga mayorías tan holgadas como las que actualmente sostienen sus gobiernos. El tablero por la izquierda está más dividido y no es posible saber ahora si finalmente el vértigo electoral dejará al PSOE en segunda posición o será rebasado por Podemos. El tiempo lo dirá. De momento todo el mundo se atreve a dar consejos a los ciudadanos. Los grandes bancos, mientras exhibían el crecimiento de sus beneficios, nos han advertido de los “riesgos” que entraña que en los procesos electorales que se avecinan no se vote con suficiente cabeza, es decir, a aquellos que protegen su estabilidad y la pujanza de sus negocios en contraposición a nuestras empobrecidas rentas. Como anécdota curiosa, aunque también como síntoma, me admiro de la opinión del hijo de Luis Bárcenas, el guardián de la caja B: “Mi padre está convencido de que al final cundirá el pánico, triunfará el miedo y volverá a ganar el PP”. Cosas veredes, amigo Sancho.