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Entre visillos

El llanto

Este fin de semana se elegirán alcaldes en toda España y no duden que, en muchos salones y en apartados rincones de las casas consistoriales, habrá llanto y crujir de dientes. Múltiples serán los ejemplos de quienes tras permanecer lustros blandiendo la vara de mando serán expulsados a sus oficios anteriores, si los tienen, desde los paraísos del poder municipal. Es lo que significa la democracia, que nadie es eterno, que el poder es transitorio y que cuando se accede a él se inicia el camino que resta hasta abandonarlo. Algunos serán felices en la bienvenida, los recién llegados estarán pletóricos fruto del voto mayoritario o del pacto. Por el contrario, habrá otros que mirarán por última vez su escaño, ya ocupado por otro, y emulando a Bécquer, íntimamente, le dirán: -Como yo te he querido… desengáñate, ¡así… no te querrán!

Mientras unos vienen, otros se van. La vida continúa. En medio de estos trajines desde Moncloa se anuncian cambios, dicen que no serán sólo de chapa y pintura así que estamos expectantes por conocer si habrá renovación de ruedas, de motor, de cojinetes o si finalmente todo se resumirá en un cambio de aceite. Parece que el presidente del gobierno ha hecho caso del consejo de Juan Vicente Herrera, presidente en funciones de Castilla-León, que le instó a mirarse en el espejo de los derrotados, clara premonición de lo que se avecina. Cualquiera con dos dedos de frente sabe que una remodelación del gobierno en pleno verano, cuando se avistan ya las elecciones de noviembre, no puede ser la solución. Será un parche para tratar de frenar la sangría de un partido unido por el poder. La amplitud del poder absoluto que han detentado en toda España les ha permitido aparentar una cohesión ficticia, alrededor de un líder gris que cada vez está más cuestionado por los suyos y más alejado de la sociedad que lo encumbró. Si la reacción presidencial se hubiera producido el año pasado, tras la celebración de las elecciones europeas que cambiaron el panorama electoral, las cosas hubieran podido ser diferentes. Estaremos atentos a las tardías decisiones del presidente adoptadas a la luz del desamor electoral.

Veamos. Mientras se pactan alcaldías y presidencias de gobierno autonómicos y mientras el presidente Rajoy, el don Tancredo español, reflexiona sobre las encuestas, el Fondo Monetario Internacional acaba de reaparecer en escena para darnos una de cal y otra de arena. La parte buena es que augura que la economía española crecerá por encima de las últimas previsiones al 3,1%. La mala, debe ser de cal viva, porque sugiere la necesidad de nuevas reformas y, ya saben ustedes, que cuando los señores del FMI pronuncian esas palabras, es porque se avecina  un nuevo calvario para la mayoría de la población. Los consejos son abaratar y facilitar el despido, subir el IVA y extender el copago en sanidad y educación. ¡Madre mía!, con sólo el enunciado se me hiela la sangre porque a los nuevos alcaldes los hemos votado nosotros libremente pero a estos señores no sé quien los ha elegido. Sin olvidar que al frente de este organismo, que no vio venir la mayor crisis económica del último siglo, estuvieron personajes tan innobles como Rodrigo Rato o Dominique Strauss-Kahn.

Está claro que en el gobierno han sido obedientes pero no son tontos, por eso se han apresurado a decir que no piensan hacerles caso, al menos por ahora que hay elecciones, pero la hoja de ruta ya se la han marcado. Además los señores del FMI aconsejan no retroceder en las reformas, que se va por el buen camino, una forma velada de querer orientar el voto de los españoles acongojándolos pintando negro el horizonte. Eso sí, sobre la creciente desigualdad y empobrecimiento de la sociedad española no se ha pronunciado el FMI, al fin y al cabo, sus analistas, que no viven con el salario mínimo, aconsejan a los pobres a conformarse porque, al fin y a la postre, todo en la vida es susceptible de empeorar. Ya lo decían, hace dos siglos, los absolutistas añorantes del Antiguo Régimen: ¡Vivan las cadenas!

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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