He leído que los buitres están en vías de extinción lo que me ha dejado entre sorprendida y estupefacta. Eso será en algunos sitios de África porque en otras zonas parece que se multiplican. De hecho yo diría que bandadas de buitres sobrevuelan nuestro cielo y en cuanto bajamos la guardia se lanzan sobre nosotros como lo que son.
Según los expertos, a lo largo de decenas de millones de años, los buitres se convirtieron en los limpiadores más eficaces del mundo natural. La elevada acidez de sus jugos gástricos les permite comer carne infectada sin caer enfermos, es decir, cuando se alimentan de carne contaminada y dejan limpio el cadáver, se erradica la amenaza de una infección más extendida. Ellos detectan al animal difunto en cuestión de minutos y una vez se abalanzan sobre la presa, aunque sea tan grande como un rinoceronte, la dejan limpia en cuestión de veinte minutos. Según los expertos antes lo hacían en cinco porque eran multitud. Por eso los entendidos en estos siniestros animales concluyen que si los buitres siguen desapareciendo los lugares que ahora habitan se convertirán en una fosa hedionda. Es decir, que hasta los malos, malísimos son necesarios para mantener el orden natural de las cosas. Escalofriante ¿no?
Los buitres que planean sobre nuestras cabezas me han hecho preguntarme si ocurre en la sociedad igual que en la naturaleza. Así que, de pronto, he recordado que a comienzos del siglo XVIII, Bernard de Mandeville escribió “La fábula de las abejas, o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública”. El autor comparaba la sociedad con una colmena en perfecto orden, en el que los tunantes protestaban de la corrupción ajena exclamando: ¡Dios mío, si tuviéramos un poco de honradez! Los dioses decidieron intervenir. Erradicaron toda clase de vicio y ocurrió que el rearme moral de la nueva sociedad trajo el fin de la antigua y próspera sociedad. Así expresó, en clarificadores versos, la utilidad de la pervivencia de los bribones para beneficio de la sociedad:
Dejad, pues, de quejaros: sólo los tontos se esfuerzan
por hacer de un gran panal un panal honrado (…)
Fraude, lujo y orgullo deben vivir
mientras disfrutemos de sus beneficios.
Cabe preguntarse, ¿estamos ante una apología de la inmoralidad pública o ante una descripción de la realidad social? Yo creo que las miserias de la humanidad son lo único que parece eterno. Volvamos al cielo poblado de buitres y veremos que los rapaces perviven confraternizando con nosotros e incluso escalando a lo más alto de la pirámide social.
Estos días los más altos directivos de la empresa alemana Volskwagen acaban de reconocer que trucaron más de 11 millones de coches para burlar los límites legales de las emisiones de gases tóxicos. El presidente de la compañía pide perdón (que es barato), alega ignorancia y promete propósito de la enmienda (hasta el próximo fraude). El escándalo del engaño ha sido tal que al final alguien paga siendo relevado del puesto (se van con el riñón cubierto). También habrá multas y sanciones de los Estados Unidos y Alemania para salvar la cara. Para los gobiernos guardar las apariencias y no parecer cómplices es importante. En otro lugar los griegos han votado y Alexis Tsipras ha vuelto a ganar las elecciones bajo la mirada contrariada de los dirigentes de la Unión Europea. Pues, a buen seguro, que pronto veremos más buitres sobrevolando Grecia que sobre la sede central de Volskwagen en Alemania. En la naturaleza como en la sociedad sólo los buitres sobreviven, al resto nos devoran.