A punto de estrenarse la última entrega de la Guerra de las Galaxias concluye la legislatura más larga y aciaga de la democracia. El presidente Rajoy que dirige sus propias películas, lleva meses realizando alucinantes viajes interestelares, igual que el capitán Han Solo. Claro que el héroe galáctico pilota su nave, el Halcón Milenario, con una destreza que no podemos atribuir al presidente Mariano que nos prometió el mejor futuro y nos ha conducido al ingrato pasado tras podarnos de derechos y limado de libertades. Acaba de celebrarse la última sesión parlamentaria y su contenido puede resumirse en la letra de aquella vieja canción que cantábamos de niños: por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas, tralará…
Es comprensible que se produzca un desajuste entre quienes viven en el cielo y el resto de los humanos. Cuando se viaja por las galaxias la distancia hace que la Tierra se vea lejana y, por supuesto, la fila del paro ni se divise. Recorrer España en el coche oficial consigue que la realidad se distorsione y se imaginen mundos que no existen. Te pasa como en la canción de mi infancia, que el chiquillo se encontró con un ciruelo cargadito de manzanas, tralará y empezó a tirarle piedras y caían avellanas, tralará… En fin que llevamos cuatro años oyendo contar mentiras, tralará… Lo único seguro es que la verdad es una intolerable mentira que apesta a fraude y a corrupción, que rezuma soberbia y lejanía del ciudadano corriente. Cuando se gobierna es fácil cometer errores y eso es perdonable, pero lo que resulta intolerable es la mentira y mucho más cuando es reiterada. Ese es un pecado de difícil absolución que hace que la confianza se pierda y el voto huya.
El lunes se convocará las elecciones y, lo reconozca Rajoy o no, muchas cosas han cambiado. El reciente debate entre pablo Iglesias y Albert Rivera ha refrescado el ambiente viciado por los viejos usos de políticos tramposos que solo van a la tele a entrevistas o debates con preguntas pactadas. Por eso, ver en un bar de barrio a dos líderes políticos hablando de manera distendida de las cosas que nos preocupan, con la misma naturalidad que lo hacemos los demás, es tan infrecuente en una democracia enferma como la nuestra que ahí ha radicado su éxito. Quienes han descalificado el debate, pierden el tiempo.
La elevada audiencia de Salvados de Jordi Évole demuestra que la apuesta fue un acierto y lo fue, tanto para la cadena de televisión como beneficioso para los intereses electorales de los dos líderes participantes que ganaron puntos antes sus respectivos públicos. El exitoso formato utilizado, es decir, su sencillez, pone de manifiesto que la gente pasa de los tinglados encorsetados. Al fin y al cabo, todo el mundo detesta aburrirse y perder el tiempo. Un debate electoral no sólo debe ser habitual en democracia sino un medio para tratar de acercarse a los votantes. Veremos qué ocurre, pero ese es el camino. Pedro Sánchez, más próximo generacionalmente a los líderes de los partidos emergentes, está obligado a aceptar cualquier formato si no quiere quemarse antes de iniciar la campaña. La incógnita es qué va a hacer el Rajoy-candidato, ¿tendrá las agallas suficientes para aceptar un debate sin trampas? Ya veremos. De momento, es un alivio que esta horrenda legislatura concluya, aunque lo hace como empezó, con una gran farsa. Un gobierno que constitucionalmente tiene un mandato de 4 años, ha aprobado 5 presupuestos. Es tan sorprendente el hecho como falsas sus cifras, bien saben ellos que sus previsiones son humo para la campaña electoral. En definitiva, otra gran mentira que sumar. Ya saben que la nueva película de la guerra galáctica se titula “El regreso de la fuerza”. Como votantes la fuerza es nuestra y el futuro también. Nos queda la esperanza de poder derrotar a los soldados del imperio y a las fuerzas del lado oscuro, ¿o no?