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Entre visillos

Vuelva mañana

-Vuelva usted el jueves.

-Volveré.

Humillado y ofendido, Artur Mas volvió al Parlamento del que salió con las orejas gachas y la dignidad ausente. Yo que él me exiliaba a Andorra. Siempre pensé que los héroes tenían más pundonor y protagonizaban grandezas más épicas que las de anteponer el ansia de poder a cualquier otra consideración colectiva. El héroe permanece erguido aun cuando le flaqueen las piernas. Su humillante petición de votos a la CUP para que in extremis lo elijan presidente quedará escrita, con deshonor, en las páginas de nuestra historia común, a su pesar. Tras dejar su patria al borde del precipicio y a la sociedad catalana rota en dos mitades, sólo le quedaba mendigar para salvarse. Se ha puesto de rodillas ante quienes hasta ahora consideraba antisociales, les ha  pedido al menos unos pocos votos para quedar investido presidente con la legalidad española que, de momento, es la única existente.

            No quería escribir más de este asunto, pero reconozco la dificultad de sustraerse al espectáculo. Esto parece un circo de tres pistas, en el que no te da tiempo a ver las sorpresas que te ofrece cada una de ellas. Si la situación no fuera tan grave, si el desafío no fuera tan irresponsable y tan evidente el enfrentamiento que se está alimentando, la cosa sería como para partirse de la risa.

            Nunca vi una revolución sin líder, ni una proclamación de un nuevo estado sin presidente, claro que tampoco jamás había visto que el padre espiritual de un proceso independentista se pareciera más a Vito Corleone, El Padrino, que a Simón Bolívar o a Nelson Mandela. Como todo va tan rápido es bueno detenerse en los detalles. Mientras el parlamento de Cataluña (constituido con la legalidad española) proclamaba su deseo de desconectarse de España, como si construir un nuevo estado fuera como el milagro de la luz al darle al interruptor, hemos sabido que el hijo mayor de Jordi Pujol repartía entre los hermanos una barbaridad de dinero obtenido con las supuestas mordidas. Como en el Padrino, la familia es lo primero y ya verán como los delitos están prescritos. No nos engañan aunque nos toman por tontos, pero es evidente que la declaración independentista del 9 de noviembre era el primer plazo de las promesas hechas a la CUP a cambio de su apoyo, aunque la consecuencias de tanto desatino están por ver y no fueron valoradas ni por Mas ni por su socios.

           En la tercera pista del circo contamos con la actuación estelar de Mariano Rajoy. Tras avivar el anticatalanismo desde hace años, ha permanecido en el gobierno de brazos cruzados mientras las huestes independentistas se armaban ante su indiferencia. Ahora el presidente ha visto la ocasión de, sin tener que dar saltos mortales (que son muy fatigosos), mostrarse como el salvador y garante de la legalidad española. Ha sido sencillo, ha presentado un recurso ante el Tribunal Constitucional que obligatoriamente tenía que suspender la resolución independentista. Rajoy, en campaña, trata de convencernos de que, gracias a él, no pasará nada. Y es que, en realidad, nada va a pasar, de momento aún siendo grave lo sucedido. El proceso va a encallar, pese a mantener el desafío, porque no hay gobierno y porque sin legalidad que respalde la proclama independentista es imposible conseguir el reconocimiento internacional ya que Cataluña es parte de un estado democrático y no un país oprimido o devastado como Kosovo.

          Lo más preocupante es que en Cataluña la ciudadanía está dividida, los no independentistas han vivido en silencio durante años confiando en que el sarampión no iría a más, pero ahora esa parte silenciada tendrá que hablar tratando de ser tan protagonistas de su futuro como aquellos que tratan de enmudecerlos. Desde el plano político sería terrible que la irresponsabilidad de unos, el inmovilismo de otros y los intereses electorales de ambos destruyan la convivencia y levanten una frontera donde sólo debiera crecer la fraternidad.

 

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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