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Entre visillos

Tu voto y el caballero de Olmedo

Hay quien se niega a verlo, incluso a creerlo, pero hay cosas que, pese a las resistencias de los más conservadores, evolucionan, porque, quiéranlo o no en la vida, como canta Mercedes Sosa, “cambia lo superficial/cambia también lo profundo/cambia el modo de pensar/cambia todo en este mundo”. Cada ciclo histórico, cada generación deja su impronta y hace tiempo que en España se respira un cambio de ciclo democrático, lo que conlleva nuevas formas de concebir la política y la participación en ella de los ciudadanos. Que exista de nuevo un interés creciente por la cosa pública es el mejor síntoma de la eterna lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que ha entrado en decadencia y lo que pugna por nacer. Aunque, rememorando a Ortega y Gasset, somos conscientes de que el presente también está vinculado al pasado por lo que de él perdura, y porque en el fondo, lo viejo sigue siendo parte de lo nuevo.

Me gusta darle vueltas a estas ideas y hace tiempo que insisto en ellas. Tengo la sensación de que de nuevo los ciudadanos, ejerciendo como tales, han decidido volver a ser protagonistas y artífices en primera persona de los nuevos tiempos. Es decir, que empiezan a darse cuenta del poder transformador de su voto. Los “políticos”, tan despreciados en la actualidad (a veces con inmensa razón), no han llegado a regir los destinos de este país por arte de magia o por designación divina sino por votación popular. Es obvio, pero también es incuestionable que muchas veces olvidamos el poder de nuestro voto. Por ello, que las nuevas generaciones se sientan activas en todos los foros en los que se habla de la política como instrumento para cambiar las cosas y mejorar la vida de la sociedad española es, indudablemente, una buena noticia.

El debate sobre los debates que se ha producido estos días es significativo de este clima. Ya nadie entiende una campaña electoral sin que el ciudadano tenga la posibilidad de analizar la capacidad dialéctica y de propuesta de los candidatos a presidir el gobierno y la consiguiente confrontación ideológica que enriquece el punto de vista del elector. Como hemos visto Rajoy se niega a aceptar esta realidad y alega pintorescas razones para escabullirse, negando al elector su derecho a conocer mejor a quien aspira a revalidar su mandato al frente del gobierno. Sus argumentos son realmente un desprecio a la inteligencia aunque decida mandar a la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, a sustituirle salvo que esté reconociendo que estos cuatro años ha derivado sus responsabilidades en ella y que piensa seguir haciéndolo en el futuro, si gana. Presentar a Soraya Sáenz de Santamaría como candidata del PP a la presidencia hubiera sido entonces más honesto con sus votantes y quizás más rentable políticamente. Las justificaciones sobre las ocupaciones del presidente del gobierno chocan con la realidad de su actividad. Tras pasarse cuatro años escondido en la Moncloa, eludiendo dar la cara en momentos graves, como cuando conocíamos la magnitud de la trama corrupta en torno al PP o el rescate de Bankia tras su saqueo. Y ahora, de pronto, aparece como comentarista radiofónico de fútbol, concede una entrevista en Telecinco a la misma hora que se celebra un debate en El País, al que se ha negado a asistir, o se presenta en el Hogar del Jubilado de Olmedo para jugar al dominó.

En un nuevo desafío a los electores el caballero de Olmedo, apegado a la tradición tragicómica de Lope de Vega, se subió en un banco de Benavente (Zamora) para dar un mitin insistiendo en que al gobierno sólo puede llegar gente con experiencia. Él tiene prolongada pericia en incumplir promesas, en eludir responsabilidades o en hundir nuestra sanidad y educación en el túnel del tiempo. El ciudadano también tiene experiencia en soportar en sus espaldas la dureza de la crisis. Así que ahora los españoles valorarán su experiencia personal de estos años y la utilidad de su voto en la tarea de regeneración política que tanto precisa este país para que, amalgamando lo viejo y lo nuevo, la democracia no sólo crezca sino que se enriquezca.

Temas

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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