Estamos a las puertas del colegio electoral y todavía hay muchos españoles que navegan en la indecisión. Hace mucho tiempo que no se producía una situación semejante ante unas elecciones generales. Persiste un importante porcentaje de españoles que no sabe a quién votar o que prefiere no decirlo. Pese a que muchos creen que una oleada de aire limpio es lo que precisa nuestro actual sistema político y aunque algunos cambios ya se están produciendo, ya veremos si es cierto el viejo aforismo en el que algo cambia para que nada cambie. En el ánimo de muchos electores pesa una cierta responsabilidad histórica. Parece que estas elecciones van a rescatar a muchos abstencionistas que, defraudados, habían decidido ausentarse de los procesos electorales. Ahora, otra vez, son conscientes de que su voto puede cambiar las cosas y vuelven a las urnas. Creo que se está prestigiando de nuevo la fuerza del voto.
Existe la impresión de que esta campaña se ha seguido con más interés. La audiencia de los debates ha sido elevada, aunque la repercusión en el voto no sabemos hasta donde alcanza. El debate de los cuatro candidatos de los partidos políticos con mayores posibilidades electorales fue interesante y fue el acontecimiento más vibrante del inicio de la campaña. No podemos pasar por alto que, tras el cara a cara entre Rajoy y Sánchez, la contienda electoral subió el tono y las expectativas de la misma. El inesperado sartenazo verbal del candidato del PSOE al presidente del gobierno ha supuesto un punto de inflexión. Sorprende que quienes han sido aventajados maquiavelos del insulto hacia los otros se asombren ahora de lo que duelen la maldades y las salidas de tono directas al hígado del contrincante, como en el boxeo. Las hemerotecas son ricas en descalificaciones de tono grueso de los líderes del PP. Lo cierto es que en ningún otro país de solera democrática se hubiera permitido que un presidente, rodeado de corrupción por todas las partes, fuera de nuevo candidato. Posiblemente si Rajoy hubiera dimitido el día en que envió a Bárcenas su recordado: -Luis, sé fuerte, su partido hubiera podido hoy presentarse con traje nuevo e impoluto ante sus electores. Desconozco a estas alturas si la bofetada dialéctica va a ser electoralmente eficaz pero es lo que tiene la espiral endiablada del “y tú más” que tanto aburre por ausencia de argumentos. Hace tiempo que debimos exigir más frescura intelectual.
Pero la realidad es persistente. Según las encuestas parece que pese a la anunciada muerte del bipartidismo el partido de Rajoy resiste, aunque muchos de sus votantes lleguen a la urna con una pinza en la nariz como tributo a la fidelidad. Así parece que va a ocurrir, pese a todo lo que seguimos conociendo, como el asunto del embajador y diputado comisionistas y otras tropelías. Todo apunta a que el PP va a volver a ganar las elecciones. Si lo consigue, aunque quede diezmado por las enormes pérdidas de diputados que se le anuncian, es posible que consiga una alianza (activa o pasiva) con Ciudadanos que le permita continuar al frente del gobierno con lo que el relevo del actual presidente será una quimera, un sueño que hizo a muchos felices hasta que llegó la realidad. Los cambios producen vértigo y por eso es normal que los más conservadores se resistan a las novedades. No conviene olvidar que en este país los mayores logros, los principales avances sociales, vinieron siempre de la mano de los que se arriesgaron a cambiar.
Aunque el actual sistema político hace aguas no está claro si la mayoría de la población lo quiere cambiar. La noche del 20 de diciembre es indudable que va a ser apasionante y el día siguiente también. En fin, votemos. Seamos libres y sobre todo permanezcamos con los ojos bien abiertos hasta conocer qué deciden los españoles antes de sentarse a la mesa esta Navidad.
Nota: Condeno la violencia como instrumento político y la agresión sufrida por Mariano Rajoy.