Generalizar el pánico es el objetivo último de la violencia terrorista, aunque la muerte sea la primera de sus consecuencias. La cercanía de las víctimas estremece al tiempo que convierte en indigno cualquier fin que se justifica sobre asesinatos. Los muertos, los heridos, sus familias, el dolor son lo primero que golpea nuestras mentes ante un atentando brutal como el de Bruselas, como el de París, como el de Madrid, como los de Túnez, Irak, Kuwait, Somalia y tantos otros que ya no recordamos. Tras esa primera angustia llega el momento de la solidaridad, no cura ni calma pero acompaña y mitiga la intensidad del dolor.