Leí esto y me estremecí: “Virgen hermosa de 12 años… Su precio ha llegado a los 12.500 dólares y se venderá pronto”. Este es el sobrecogedor anuncio que apareció en Telegram en una aplicación de comunicación cifrada que ha sido difundida por un activista de la comunidad yazidí que está tratando de liberar a unas 3.000 mujeres y niñas en manos de los extremistas del autodenominado Estado Islámico. Aldeas yazidíes de habla kurda al norte de Irak fueron invadidas por los yihadistas/terroristas hace dos años y mantienen cautivas a muchas mujeres que son vendidas y utilizadas como esclavas sexuales. Creo que la información resulta tan inquietante y demoledora que produce un inevitable vómito interior en cualquier persona decente.
Convendrán conmigo que resulta inevitable pensar, siquiera por un momento, que si EEUU e Inglaterra, George W. Bush y Tony Blair, con el apoyo del presidente español José María Aznar no hubieran invadido Irak sin la autorización de la ONU, quizás el mundo sería diferente. Es cierto que tendría un dictador más, Sadam Hussein, pero no se habría fortalecido el Daesh, ese califato levantado sobre el terror. Seguramente no habría costado tantas vidas inocentes, en Oriente y en Europa, ni se hubiera desestabilizado una región ya de por sí complicada desde el punto de vista político y territorial. Irak no es hoy la democracia que se prometía cuando se derribó la estatua de Sadam por el ejército americano sino un refugio de terroristas y un monumento al dolor humano sin alternativa de esperanza.
Esta asociación de ideas se produce porque al tiempo que leía la estremecedora información sobre la niña vendida por whatssapp se hacía público el contenido del informe dirigido por John Chilcot que se inició en 2009 por orden del entonces primer ministro laborista del Reino Unido, Gordon Brown. Las conclusiones han puesto en evidencia no sólo a Tony Blair sino también a José María Aznar. Es cierto que en la guerra Aznar sólo fue un figurante en la infame foto de las Azores, pero no es menos cierto que mentir es grave siempre y más en una autoridad del estado.
El informe desvela que Blair y Aznar, en una reunión en Madrid el 27 y 28 de febrero de 2003, pactaron una estrategia de comunicación para engañar a sus opiniones públicas, es decir, a nosotros. Acordaron presentarnos la guerra como inevitable, como si se tratara de un imperativo de nuestro destino, pero no era cierto y otros muchos, muchísimos, así lo explicaron. No podemos olvidar, por ejemplo, que Francia, Alemania o el papa Juan Pablo II eran contrarios a la invasión. Además un elevadísimo número de ciudadanos salieron a las calles incrédulos de las ventajas y conscientes de las graves consecuencias que una intervención como la que se alentaba tendría para Irak y para el mundo. Hubo más sensatez en los ciudadanos que en sus gobernantes. Las armas de destrucción masiva eran el instrumento con el que asustarnos, no existían. La guerra pudo evitarse, pero nos tomaron por idiotas y en su inmensa soberbia se creyeron los superhéroes que nunca fueron.
El informe Chilcot también enseña que no siempre los gobiernos dicen la verdad sino todo lo contrario. En general mienten cuando protegen intereses que no son los de sus conciudadanos. Hace tiempo que sabemos que los poderes económicos, los lobbys y los intereses de grandes grupos de comunicación se alían para engañarnos, para hacernos creer lo que les interesa. Es decir, cuando nuestros representantes se ponen del lado de los verdaderos amos y renuncian a pelear por defendernos es cuando ocurren los desmanes que conocemos. Lo único bueno de nuestras imperfectas democracias es que más pronto o más tarde la verdad se hace pública y algunos como Tony Blair quedarán para la historia a los pies de los caballos. Por su parte nuestro expresidente Aznar se pasea por el mundo mirando por encima del hombro al resto de los mortales. Este informe es para Aznar el antídoto de su soberbia ya que él nunca ha practicado la humildad. Se autoproclamó el mejor presidente de la historia de España y cree formar parte del panteón de los dioses del Olimpo, cuando en realidad actuó como un vulgar Pinocho.