…Y entonces el hombre mordió al perro. Ya sabemos que esta sería una noticia de primera plana por eso cuando un empresario ha denunciado la explotación laboral de las trabajadoras de hotel, sus palabras han sorprendido en un país donde ya nada nos asombra. Antonio Catalán, presidente de AC Hotels by Marriott, ha advertido de que en España se está produciendo una explotación en el sector turístico con las camareras de piso que cobran entre 3 y 4 euros por habitación y, en algunos casos, incluso menos (2,15 €). La subcontratación de ese servicio, hasta ahora realizado por personal propio, pone en manos de empresas, ajenas al sector, la realización de ese trabajo. La intención no es otra que eludir los convenios que fijan unos 1.000 euros de salario para aplicar otros que contemplan apenas 600, teniendo que trabajar seis días a la semana en lugar de cinco. La crítica de Catalán ha sido contundente y ha cuestionado la reforma laboral del año 2012 que facilita los despidos, destruye los salarios y favorece una forma de fraude laboral que se multiplica en el sector. Sin olvidar, que esto también deriva en bajas cotizaciones lo que mengua la financiación de la Seguridad Social. Esto está ocurriendo cuando España recibe más turistas que nunca por haberse convertido en un destino preferente por la situación de inseguridad que se vive en el norte de África o en el Próximo Oriente.
Pese a que la subcontratación hace que las camareras de piso tengan problemas para organizarse sindicalmente, ellas han decidido luchar para que la sociedad visibilice una realidad que sólo es un ejemplo más de los derroteros que está tomando el mercado laboral en España. Hay que reconocerles valor porque al hacerlo algunas corren el riesgo de ser despedidas. Desgraciadamente la dignidad en el trabajo, algo que parecía conseguido tras promulgarse la legislación laboral que emana de la Constitución Española de 1978, también la estamos perdiendo en esta crisis eterna que en vez de un desequilibrio económico parece una continua humillación.
Así que, en defensa de su dignidad, las “que limpian” hoteles, han creado “las Kellys”, una asociación de camareras de planta, que se ha presentado primero en Barcelona y después en el resto de España. Las Kellys cuentan que pasaron de desahogarse en corrillos o en internet a autoorganizarse. Piden cosas de sentido común: iguales derechos laborales para todas (en plantilla, subcontratadas, en prácticas, eventuales, fijas y fijas discontinuas), derechos para las embarazadas, inspecciones laborales o que la categoría del hotel se vincule a la calidad del trabajo que genera.
Supongo que el capote que les ha echado Antonio Catalán ha sido importante pero ya veremos si la denuncia pública tiene o no consecuencias prácticas para ellas. Lo que las Kellys denuncian es la punta del iceberg de una realidad laboral que se multiplica en España y que comienza a generalizarse. El elevado desempleo lleva a situaciones que empujan a los trabajadores a acceder a trabajos en condiciones extremas por salarios de miseria y si no los aceptan en la fila hay cientos que sí lo harán.
A este paso vamos a volver a ver a la gente concentrarse en las plazas de pueblos y ciudades pero no para manifestarse en defensa de sus derechos, sino a la espera de que venga alguien a ofrecerles trabajo para el día, a destajo y por un jornal de miseria.
Cuando veo que en este país tiene más éxito una campaña para desacreditar a un director de cine, porque se siente más o menos español, que una manifestación para exigir que no se recorten los recursos en educación o en sanidad me desanimo sin remedio. Me entristezco cuando veo que se sigue vitoreando, entre otros, a Ronaldo o a Messi, tras burlar a la hacienda pública del país que los acoge o a otros muchos enfangados en la corrupción. Por eso reivindico la dignidad de las Kellys y me escandalizo porque observo que seguimos aplaudiendo los goles que nos meten en nuestra propia puerta.