En pleno siglo XXI un individuo se ha permitido argumentar la inferioridad de las mujeres sin que se le caiga la cara de vergüenza y lo ha hecho nada menos que en el Parlamento Europeo. El personaje debe creer, a estas alturas del milenio, que la inteligencia no habita en el cerebro sino que el asunto es, simplemente, cuestión de bemoles. ¡Manda güevos! Y no lo duden, los huevos mandan porque el eurodiputado polaco Janusz Korwin-Mikke ha defendido que “las mujeres deben ganar menos que los hombres porque son más débiles, más pequeñas, menos inteligentes”. Lanzó la pedrada revestida de humillación e insulto y se quedó tan ancho.
En el europarlamento debió escucharse, a continuación, un abucheo masivo contra el europarlante pero esto no sucedió. Los escaños estaban vacíos y sus ilustres señorías vaya usted a saber de qué peligro nos defendían. Así que fue una diputada española, Iratxe García, la que plantó cara al extremista espetándole que ella estaba allí para defender a las mujeres de hombres como él. Menos mal que había alguien porque de no haber sido así el caso hubiera pasado desapercibido a la opinión pública.
Este individuo de extrema derecha hace dos veranos tuvo a bien concluir su intervención con un saludo nazi que le salió del alma y de más abajo. Pero tampoco pasó nada. El hecho es que, poco a poco, algunos van expresando ideas absolutamente totalitarias y retrógradas sin recibir una respuesta adecuada por parte del resto de nuestros representantes políticos. Si este personaje hubiera dicho que son seres inferiores los italianos, los franceses, los ingleses, los alemanes o los polacos se hubiera armado la marimorena. Se hubiera considerado una agresión y una ofensa intolerable al honor de cada una de las naciones mencionadas. Sin embargo, cuando se insulta, menosprecia y humilla a las mujeres muy pocos alzan su voz. Al menos, a mi juicio, no dicen ni hacen lo suficiente para frenar actitudes cada vez más peligrosas, sólo condenas suaves en la línea de lo políticamente correcto. Pero la agresión verbal de este parlamentario vulnera la dignidad y maltrata, al menos, a la mitad de las personas que pueblan la Unión Europea y el mundo.
Estas actitudes revelan el machismo secular que todavía perdura en muchos rincones del mundo y en la mentalidad obtusa de muchos hombres y, desgraciadamente, también mujeres. En medio de esta polémica que pasará pronto al olvido he recordado que, en el siglo XIX, hubo mujeres como Concepción Arenal que tuvieron que disfrazarse de hombres para poder acudir a estudiar en la universidad. Tras siglos teniendo prohibido el acceso a la cultura y al conocimiento algunas mujeres lucharon contracorriente para demostrar lo obvio: que somos iguales. Concepción Arenal, en 1892, formulaba un razonamiento que me parece irrefutable:
“¿El hombre más inepto es superior a la mujer más inteligente?
¿Quién se atreve a responder que sí? Resulta, pues, de los hechos que hay hombres, no se sabe cuántos, ineptos para ciertas profesiones; mujeres, no se sabe cuántas, aptas para esas mismas profesiones; y si al hombre apto no se le prohíbe el ejercicio de una profesión porque hay algunos ineptos, ¿por qué no se ha de hacer lo mismo con la mujer? ¿Se dirá que la ineptitud es en ella más general? Aunque esto se probara, no se razonaría la opinión ni se justificaría el hecho de vedar el ejercicio de las facultades intelectuales al que las tenga”.
Dicho lo cual, me pregunto: ¿cuántos hombres ineptos ejercen la política hoy en día? Seguramente más que mujeres porque son muchos más los que ocupan las posiciones claves en los órganos de decisión que nos están vedados. Este europarlante, Janusz Korwin-Mikke, ha dejado demostrado las cumbres tan altas que puede escalar la ineptitud.