Esta semana de nuevo la locura envenena la Tierra y nos deja un doloroso balance de víctimas inocentes frente al parlamento británico. El incomprensible atentado se ha perpetrado un año después de los atentados yihadistas que sufrieron el aeropuerto de Bruselas y la estación de metro de Maelbeek que sumaron 32 víctimas mortales de diversas nacionalidades. Mientras se recordaba a los difuntos y a sus familias, en Londres se contaban ya cuatro muertos, entre ellos el infame terrorista, y más de cuarenta heridos. Este es el descorazonador panorama de un mundo enfermo, muy enfermo.
Precisamente el día anterior, con motivo del Día Internacional de la Poesía, leía a Gloria Fuertes y me preguntaba qué mirada aportaría hoy a este mundo que parece no tener arreglo. Según ella: “El corazón de la Tierra/ tiene hombres que le desgarran./La Tierra es muy anciana./Sufre ataques al corazón/-en sus entrañas-./Sus volcanes,/laten demasiado/por exceso de odio y de lava”.
Pues sí, Gloria. La Tierra está malherida por el odio y la violencia y no veo que esta espiral de resentimientos y rencores vaya a parar algún día. La ausencia de principios morales y la extinción del respeto, impregna hasta los aconteceres más cotidianos de la vida.
Si analizamos, por ejemplo, lo ocurrido este fin de semana en Mallorca se te ponen los pelos de punta de los derroteros que está tomando este mundo sin cabeza en el que vivimos. Se jugaba un partido de fútbol entre el Alaró y el Collerense, dos equipos de infantiles. Pues bien, en el transcurso del mismo varios de los padres de los equipos rivales comenzaron a increparse y finalmente se produjo una pelea multitudinaria y vergonzosa se mire por donde se mire. Se supone que los chavales van a divertirse y a pasar un buen rato con amigos y familiares. Tras el alboroto, el partido se suspendió. Muchos lloraron y otros se fueron avergonzados. No es para menos. ¿Cómo van a inculcar valores de respeto hacia los otros esos padres? ¿Cómo van a enseñar a esos niños a alejarse de cualquier tipo de violencia si a la menor ocasión ellos la emprenden a puñetazos? No podemos olvidar que la familia es la base fundamental de la educación y que los niños imitan lo que ven en los mayores.
También esta semana, el mismo día del atentado, se ha difundido un vídeo en el que varios jóvenes, en Bilbao, pelean violentamente jaleados por sus compañeros mientras unas niñas tratan, sin éxito, de separarlos. No es la primera vez que ocurre ni tampoco que se agreda, insulte o acose a compañeros dentro de las escuelas o fuera de ellas. Es la última moda grabar las agresiones con los teléfonos móviles con la finalidad de enviar el macabro suceso a las redes sociales. No podemos olvidar, en este irracional contexto, el elevado número de mujeres maltratadas o asesinadas por sus parejas cada año. Entre 2007 y lo que va de este año, se cuentan 684 muertas y no parece que las autoridades ni la propia sociedad se tomen suficientemente en serio este problema.
En definitiva, me asusta la normalidad con la que nos acostumbramos a la monstruosidad del asesinato, a la brutalidad de los golpes, a la anomalía del insulto. Parece como si la violencia formara parte de nuestras vidas y sólo nos escandalizáramos de ella cuando es irreversible. No debiéramos tolerar ningún tipo de violencia a nuestro alrededor porque esa es la única forma de no habituarnos a lo que es una aberración que degenera la condición humana. No dejemos que nuestro corazón enferme, como el corazón de la Tierra, porque, como dice Gloria Fuertes: “La Tierra no está para muchos trotes/está cansada./Cuando entierran en ella/niños (hombres y mujeres) con metralla/le dan arcadas”.