La humildad es una virtud que se invoca mucho y se practica poco. En política debiera ser práctica habitual pero pasa como con el sentido común, que escasea. Por eso, tras el proceso de primarias que ha vivido el PSOE muchos deben estar haciéndose preguntas en torno al uso de tan escaso bien. Algunos han cometido errores evidentes por no querer ver la realidad. Puede afirmarse, sin margen de error, que los modos con los que Sánchez fue obligado a dimitir marcarían la carrera hacia la secretaría general de un PSOE malherido si los contendientes eran los dos protagonistas del enfrentamiento fratricida. Creo que hubiera habido menos tensión interna y más debate ideológico con otros candidatos, pero en el duelo Susana/Sánchez las posibilidades de que los militantes se decantaran a favor de quien había sido victimizado cotizaban al alza.
La grandeza de la democracia radica en el voto secreto y por eso Susana y los suyos debieron haber solicitado el voto desde la humildad y no suponiéndose dueños de la victoria. El trago para Díaz ha sido amargo y no lo ha disimulado. El sabor a hiel es más agudo porque su único sustento programático era que ella ganaba en Andalucía y el mundo, ya se sabe, se rinde a los ganadores. Nadie quiere perder ni siquiera al mus pero ya ven lo que son las cosas, el destino le ha regalado una derrota que no esperaba. Díaz ha encajado un duro revés en su propia casa, la de un PSOE malherido, dividido y sustentado por una militancia enfadada. Se ha equivocado y ahora le toca reflexionar y aprender. ¿Qué habría sido de Susana si en vez de exhibir apoyos de notables hubiera mostrado un variado catálogo de ideas y propuestas que relanzasen el proyecto socialdemócrata en España mirando a Europa? Nunca lo sabremos. Ahora que Susana Díaz ha sido derrotada deberá, desde la humildad, demostrar que también sabe perder, es la única manera que tiene de demostrar la talla política que aparenta.
A Pedro Sánchez, indiscutible ganador, hay que desearle además de suerte, aciertos. De estos últimos depende no solo su futuro sino el del PSOE. Es cierto que el Sánchez que ha ganado estas primarias no es ni la sombra del que ganó las anteriores. En su mochila, además de dos derrotas electorales, acumula una mochila repleta de decepciones así que hay que suponer que es un líder mucho más experimentado que el primero. Debe enderezar un partido roto y está obligado a sofocar tanta tensión, innecesaria en muchos casos, como se ha acumulado en esta interminable campaña. Es de suponer que ya ha bebido enormes dosis de humildad al quedarse fuera de la política institucional y lejos de quienes le adularon en otros tiempos tras dimitir como diputado. Este también es un bagaje del que puede extraer lecciones, la sabiduría es solo el resultado de la experiencia.
Seguramente muchos le piden una amplia dosis de venganza interna pero no debe escuchar eso cantos de sirena, pues como en Juego de Tronos: la noche es oscura y alberga horrores. Unidos se vencen mejor los obstáculos y son muchos los que hay que sortear para lograrlo. Sánchez consolidará su liderazgo si aprovecha esta nueva oportunidad para enmendar sus errores del pasado. En vez de dedicarse a las purgas y a venganzas internas sería interesante que se dedicara a mirar hacia afuera. Hay muchos votantes, antes fieles al PSOE y ahora huérfanos o votando a otros partidos, que están dispuestos a volver si ven un partido fuerte, unido y con ideas claras. Muchos esperan que se recuperen las esencias de la socialdemocracia pero no en una vuelta al pasado, sino comprendiendo la evolución de los tiempos en que vivimos y los nuevos retos a los que nos enfrentamos. Las nuevas generaciones tienen otra forma de ver la vida pero comparten con sus mayores algunos principios básicos, como, combatir la desigualdad o profundizar en la democracia y frenar la dictadura económica de la burocracia europea. Es tiempo de humildad y de autocrítica. Es necesario que la fraternidad destierre los insultos, las ideas sepulten los errores y la esperanza regrese al territorio baldío de la izquierda española. El tiempo lo dirá.