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Entre visillos

¡Más madera!

puigdemont-junquerasHubo un tiempo en el que muchos creímos, con la inocencia que daba estrenar democracia, que a los gobiernos siempre llegaban los mejores, los que tenían la cabeza mejor amueblada para prever lo que se avecinaba. La desilusión llegó con el tiempo y ahora estamos instalados en la decepción permanente. Después de los graves atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils, por un segundo, muchos soñamos que, quizás, un poco de seriedad airearía las cabezas de los gobiernos de Madrid y Barcelona. Pero nada, la cosa no solo empeora sino que se anuncian tiempos de tragedia, en realidad, de tragedia cómica que no sé si ese género existe.
          Observo a Puigdemont y Junqueras, a la sazón los conductores del tren de la desconexión catalana con España y me viene un regusto ácido a los tebeos de Mortadelo y Filemón. Cada día un nuevo despropósito y todos ellos dirigidos a dinamitar la legalidad siendo conscientes, como son, de que sin respaldo legal ese invento que llaman “el procés” no desemboca en la independencia.  Tratan de aislar, como en los regímenes autoritarios, a los que no piensan igual. Están segregando a la ciudadanía entre buenos y malos catalanes como en otros tiempos, de ingrato dolor y recuerdo, se dividió entre buenos y malos españoles.
          En el duelo por los atentados yihadistas el Rey, que es el jefe del Estado aunque muchos españoles seamos republicanos, acudió por primera vez a una manifestación popular. Felipe VI aceptó el lugar en el que quisieron colocarlo. Hay que reconocer que tuvo más gallardía que los independentistas, que no todos los catalanes, que lo cercaron organizadamente con esteladas y pitaron su presencia en un evidente desprecio a las víctimas del terror. También reprocharon al cardenal Juan José Omella que expresara en su homilía algo que es evidente, que unidos contra el terror somos más fuertes.
          Que los independentistas están nerviosos es evidente ya que ellos mismos se han situado en un callejón sin salida pero, como Groucho Marx, cada día piden “más madera”. Están en pleno calentón y en medio de una infinita contradicción. Si el referéndum debe celebrarse el 1 de octubre: ¿quién va a aprobar la Ley o a firmar el Decreto-Ley sabiendo que es inconstitucional?, ¿quién va a comerse el marrón de una acción claramente ilegal? O quizás, ¿planean que el firmante se exilie después para tener una víctima que huya de la represión del Estado? Incluso la nueva república catalana que predican es otra improvisación en todo este órdago al Estado. Hoy Puigdemont dice que será necesario que tengan un ejército para garantizar la seguridad (uno de los puntales de cualquier estado) y al día siguiente Junqueras, lo desmiente y la CUP le reprocha que en ese mundo idílico que van a fundar el 2 de octubre la nueva Cataluña quedará libre de amenazas y de malvados. Es solo una muestra de cómo el “procés” se resquebraja desde dentro. No sabemos si este tren chocará contra el Estado o simplemente descarrilará por las peleas de los maquinistas de turno.
          La última broma de los independentistas ha acontecido en el Congreso de los Diputados.  Joan Tardá, portavoz de Esquerra, defiende que Cataluña se quiere ir de España porque están hartos de corrupción. El hemiciclo tembló de risa y los leones  de asombro al recordar como el prohombre de la patria catalana, el venerado Jordi Pujol, vació las arcas, como muchos catalanistas, para depositar las pesetas españolas y los euros en otras patrias custodiadas por otras banderas que ondean al viento de la usura y la ambición practicadas durante años a la sombra de una estelada.
          Hoy toca defender la legalidad, que no es lo mismo que defender a Rajoy, no lo merece. En el Congreso volvió a demostrar que el fantasma de la corrupción, que le persigue como su sombra, lo inhabilita para lograr una unidad de acción. Su incapacidad para el diálogo solo se ha demostrado eficaz multiplicando independentistas al grito de ¡más madera! Así que crucemos los dedos pues con tanto irresponsable en Barcelona y en Madrid solo queda confiar en que los Mortadelo y Filemón, de aquí y de allí, no nos estrellen contra el muro de su inmensa mediocridad e infinita incompetencia.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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