¡Ella se lo ha buscado! Cuántas veces hemos oído esa frase sin asumir que, por muy compleja que sea la ecuación, si en ella hay una mujer el resultado siempre es “culpable”. Siento indignación, dolor y angustia al ver lo que está ocurriendo en el juicio por la acusación de violación presentada por una joven contra La Manada. No hay aspecto que no ponga los pelos de punta.
Está tan arraigado desde el origen de los tiempos, se ha mamado durante tantos siglos que la mujer es la tentación, la maldad y la provocación que no es posible para muchos aceptar la igualdad y la libertad y mucho menos en el campo de la sexualidad. La mujer es la víctima ancestral de todas las religiones, en su malignidad pecaminosa encandila a los ingenuos hombres con sus faldas cortas y sus escotes largos. Estos chicos tan majos, que temen que se vulnere su derecho a la intimidad, fueron a Pamplona a rezar a San Fermín. Confío que después de este juicio quede claro que no fueron a correr el encierro sino a cazar una víctima.
Solo tener que rememorar lo sucedido ya tiene que ser espeluznante para la víctima. La historia de los violadores enseña que su defensa pasa por argumentar que la relación fue consentida. Tener que justificar que no se resistió más porque entró en estado de “shock” es humillante para esta mujer. Me la imagino rodeada por La Manada presintiendo lo que le podía ocurrir y me bloqueo yo incluso en mi casa. Pero todavía habrá, también mujeres, que piensen que no luchó bastante por su honor, que quizás La Manada que, actúa en grupo, se hubiera entonces conmovido. Pues no.
Todo esto es indignante y aun más que el Tribunal haya admitido como prueba un informe de un detective privado pagado por uno de los acusados. Si el machismo no existiera, los detectives, en su código ético, tendrían prohibido seguir a la víctima para comprobar si sufría lo suficiente como para deducir a simple vista que había sido violada. Por haber aceptado el encargo debiera perder la licencia y contratarlo debiera ser un agravante. Pero el machismo existe, vive entre nosotros, crece y se reproduce.
Sabemos que todavía hoy hay mujeres que son violadas y que sobreviven en silencio porque tienen miedo a contarlo, al rechazo social, a tener que justificar que fueron violadas porque no pudieron psicológicamente resistir más, que viven en un pozo temiendo no poder rehacer su vida. Y esto no pasa solo en países lejanos, pasa en España donde, según el Barómetro 2017 de ProyectoScopio elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, uno de cada cuatro jóvenes ve normal la violencia machista en la pareja. Y donde dos de cada diez creen que la violencia contra las mujeres se exagera porque el problema está “muy politizado”.
Esto lo piensan los jóvenes y desgraciadamente también el resto de la sociedad. Hay quienes creen que el feminismo está pasado de moda, que ya se ha conseguido la igualdad y que las feministas son unas pelmas, unas feminazis aburridas y amargadas. Como no se aborda la dimensión real del problema a pocos importa que durante la crisis se hayan suprimido recursos formativos porque no se consideran prioritarios. Negando que el monstruo del machismo crece, nadie se rebela. Pero la realidad se impone. En España este año se han asesinado a 55 mujeres, la última delante de su hijo a la salida del colegio o se ha degollado a una niña de dos años en Alzira para castigar a su madre.
Estos días nos ha indignado la frialdad de estos cinco encantadores jóvenes que sostienen que no violaron a la joven sino que la amaron colectivamente con ternura. Nosotros pronto lo olvidaremos, la joven no lo hará jamás. Ellos son fuertes en La Manada pero hay muchas manadas silenciosas o cómplices. Desgraciadamente nada de esto es una fatalidad del destino, es el fruto de nuestra resignación.