En realidad a Trump le gustaría ser Putin, es decir, detentar un poder sin contrapesos ni límites como tiene el presidente americano en una democracia consolidada. Putin, otro chulo, hace lo que Trump sueña, dar órdenes sin que nadie le rechiste, sin ningún juez que lo limite ni parlamento que le replique. La falsa democracia de Putin es su sueño, el espejo en el que quisiera mirarse.

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El chulo del barrio

trump-putinCuando llega el chulo del barrio el ambiente se enrarece porque actúa como un ciclón que arrasa las normas básicas de educación y, tras haberlo destrozado todo, se ausenta regalando al atónito auditorio un sonoro portazo. Donald Trump ha venido a Europa a demostrarnos que tiene el ego del tamaño de un oso polar y los principios del tamaño de una pulga. Trump es el chulo americano que mira al mundo por encima de su suficiencia que, en el fondo, es el síntoma de sus propias carencias como líder.

Primero la preparó en la OTAN, después en Alemania ofendió a su primera ministra Angela Merkel y, a renglón seguido, hizo lo mismo en Reino Unido con Theresa May ¡Qué casualidad que las dos son mujeres! Lo nunca visto. El presidente de la primera potencia mundial llega a otros países aliados y los insulta en la persona de sus más altas representantes. En el caso de Alemania, puso en duda su independencia respecto a Rusia y después se inmiscuyó en los asuntos internos del brexit británico, en un momento en que su primera ministra está tratando de sofocar una rebelión interna. Trump se permitió revelar que le había dado consejos a May y que no le había hecho caso, por eso estimaba que Boris Johnson podía ser un buen sustituto. Seguramente pensó que tenía más gordos atributos que la señora May. Además de la mala educación tampoco tuvo reparos en ensalzar a los sectores más eurófobos para, a continuación, apuntar que la Unión Europea, que Europa, en general, es enemiga de los EEUU.

Donald Trump es como un niño grande al que hay mucha gente que le ríe las bravuconadas aunque no tengan ninguna gracia, pero, conviene dejar claro que Trump es un patán, pero no un imbécil. En el fondo su viaje ha sido un aliento indirecto y un apoyo a los mayores enemigos de la Unión Europea dentro de la propia Europa. Su actitud ha sido un continuo desprecio a los valores democráticos y humanísticos que desde el inicio inspiraron la construcción europea, algo que, en un contexto de cuestionamiento de esos principios por parte de algunos gobiernos del este europeo y de ascenso de posiciones ultraconservadoras en el resto, es un peligroso juego cuyas consecuencias desconocemos.

No es broma lo sucedido en el viaje de este coloso de la mala educación. El colofón del espectáculo ha sido la reunión en Helsinki con Vladimir Putin, la única parte del periplo europeo que ha cautivado a Trump. Es tan evidente su fascinación por él que le resulta imposible disimularlo. En realidad a Trump le gustaría ser Putin, es decir, detentar un poder sin contrapesos ni límites como tiene el presidente americano en una democracia consolidada. Putin, otro chulo, hace lo que Trump sueña, dar órdenes sin que nadie le rechiste, sin ningún juez que lo limite ni parlamento que le replique. La falsa democracia de Putin es su sueño, el espejo en el que quisiera mirarse.

Ha sido en este embeleso evidente cuando Trump ha dejado patente su falta de principios. Al otorgar más credibilidad a la palabra de Putin que a los propios servicios de inteligencia americanos respecto a la injerencia rusa ha mostrado su debilidad emocional, su escasa talla como líder y el desprecio a su propio país. América no es lo primero, solo Trump es importante para Trump. Si Europa es su enemiga y él vive un idilio diplomático con Putin y con Kim Jong-un no es de extrañar que al volver a casa se haya encontrado a la clase política revolucionada. Sirven de ejemplo las palabras de John Brennan, exdirector de la CIA que en Twitter, resumió: “La actuación de Donald Trump excede los delitos graves y faltas. No ha sido menos que traición…está completamente en el bolsillo de Putin. Patriotas republicanos, ¿dónde estáis?”. Trump no sé si sabe adónde va pero intuyo que nos lleva a la Edad de Piedra. Solo queda una esperanza, en las pelis del oeste, el chulo bravucón siempre encuentra a alguien que la saca más rápido y le para los pies. No perdamos la esperanza.

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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