Ya sabemos que nadie se baña dos veces en el mismo río porque ni la persona ni el río serán los mismos. Cuando concluye la XII legislatura constitucional los partidos que obtuvieron escaños ya no parecen los mismos que la iniciaron. Los nuevos se hacen viejos; los centristas, ultras; los extremistas, moderados y los templados en peligro de extinción, solo algún bufón persiste en su papel de Rufián. Desde que la bronca política se instaló en Congreso, tras sentencia por la corrupción del PP que propició la moción de censura que puso fin al mandato de Rajoy, era de augurar la tensión en la que vivimos. El poder nunca se pierde con elegancia.
Tal y como aventuré la pasada semana si los independentistas seguían insistiendo en pedir peras al olmo instalados en lo imposible con exigencias que hablan de diálogo y democracia pero que ocultan sectarismo e intolerancia, solo quedaba partir peras a la sombra del olmo y convocar elecciones. En este escenario de ruptura llegó al viernes el gobierno de Sánchez antes de que las fuerzas de la derecha avanzaran hacia la plaza de Colón a proclamar que España se rompe si ellos no gobiernan. Parece que quienes hablan de reconquista de la España unida han olvidado que el ascenso del secesionismo, el referéndum ilegal del 1 de octubre y la proclamación de la fallida república catalana ocurrieron bajo el gobierno del PP. Esto es algo que su nuevo líder, Pablo Casado, ha borrado de su discurso explosivo plagado de insultos al presidente del gobierno: felón, ilegítimo, traidor, incompetente, mediocre, okupa,…Sus exageraciones, mal que le pese, demuestran su osadía pero no su inteligencia.
El domingo la escenografía fue la esperada y la asistencia menor de la que se pretendía. Y es que la convocatoria del PP y Ciudadanos a la que sumaron a VOX sembró de banderas la plaza pero también de temor el corazón de muchos españoles que, orgullosos de nuestro país, empezamos a cansarnos de quienes creen que son más españoles por ir revestidos de banderas. También somos españoles quienes vimos en Colón un espectáculo que daba miedo porque evocaba un pasado oscuro que niega la diversidad y la pluralidad de España. No todos soñamos con la España que quieren los que se manifestaron el domingo a aplaudir discursos plagados de mentiras como después se demostró. En este país libre cada uno se manifiesta como quiere pero yo prefiero hacerlo junto a gente a la que le preocupa el deterioro de la sanidad y la educación públicas, la pérdida de derechos, el retroceso en las libertades, la corrupción, los salarios basura, el crecimiento de la desigualdad y la pobreza… Esa España que también existe aunque algunos no la vean detrás de las banderas.
En Colón se cedió el protagonismo a un partido extraparlamentario que pretende hacer realidad propuestas inconstitucionales como la abolición del estado autonómico. El acto fue la puesta de largo de la ultraderecha de VOX y sus padrinos en el bautizo “democrático” fueron Casado y Rivera. Esto sí que es humillarse. Casado estaba eufórico, al fin y al cabo, Santiago Abascal es hijo del PP, pupilo de Aznar y de Aguirre. Rivera se mostró incómodo tras haber perdido el centro compitiendo por ser más duro que la derecha confesa. La foto fue clara, la alternativa que ofrecen a los españoles es un gobierno sustentado en los tres partidos que ya no pugnan por el equilibrio o la moderación sino por la crispación, el único campo en el que sin ideas se puede sobresalir en la mediocridad reinante. Casado, Abascal y Rivera pronuncian la palabra España como si fuera una pandereta y no una tierra que se enriquece en su propia diversidad. Niegan la tozuda realidad. Si fuera cierto que España ha sido vendida en secreto y rendida por Sánchez al independentismo, como sostienen las tres derechas, los presupuestos se hubieran aprobado. La palabra “traidor” ha sido tan devaluada por aquellos que confunden bandera y patria que habrán de inventar otras para seguir destruyendo la convivencia y atizando el enfrentamiento.
Los españoles tomaremos la palabra en breve y solo espero que, como cantó Cecilia, lleguemos a entendernos sin destrozarnos, porque el entendimiento y la tolerancia, el respeto y los derechos que nos igualan son los únicos principios que engrandecen a los ciudadanos de todas las patrias.