Hay quienes, por voluntad propia, viven recluidos en la necedad, sin asumir la realidad a la que nos encaminamos. El aislamiento no les ha permitido salir del patio del colegio y cuando entran en el aula solo piensan en propinarle una patada en la espinilla al alumno al que más odian porque en la última carrera llegó el primero. Esto no es una metáfora sino una fotografía, sin pasar el filtro de lo políticamente correcto, de la situación de nuestra querida España a la que nadie despierta de su santa siesta, como cantó Cecilia.
Mediado marzo, Angela Merkel afirmó que Alemania iba a enfrentarse a “la peor situación desde la Segunda Guerra Mundial” por causa del Covid19. Los alemanes la entendieron a la perfección. No solo los mayores que todavía lo recuerdan sino todos, es lo que tiene enseñar historia sin prejuicios. En España, también los mayores lo han entendido pero no la cantera de oportunistas que pueblan el Congreso.
El ministro de Economía alemán ha afirmado que sufrirán una caída del 6,3 por ciento de su PIB en 2020. En España, se espera el 8%. Hoy es 1º de mayo y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cree que pueden perderse 230 millones de puestos de trabajo en el mundo. No creo que sea momento de bromas. En Alemania ya están trabajando unidos el gobierno y los landers.
En España los nuevos planes del gobierno están plagados de críticas, algunas razonables, la mayoría con escasas alternativas. Es normal el malestar de algunos negocios que ven peligrar su rentabilidad y su futuro. El gobierno está obligado a tratar de proteger al mayor número de sectores y a sus trabajadores. No obstante yo me pregunto, ¿puede el Estado, no el gobierno de turno, reparar las pérdidas globales de todos y cada uno de los afectados por la crisis?, ¿habrá de optar por sectores estratégicos, servicios públicos y trabajadores más precarios? ¿Estamos ante un nuevo devenir económico en todo el mundo?
Sorprende que quienes más defendieron que el Estado debía ser cada vez más pequeño, que había que dejar actuar al capital y al sector privado sin regulación alguna, sean ahora los que más exigen al Estado. Asombra que president@s de Comunidades Autónomas obvien sus responsabilidades mientras las exigen a otros sin sonrojarse. Un espectáculo infantil que ignora la lealtad institucional e insulta nuestra inteligencia.
En cualquier caso, ¿no les parece que ha llegado el momento de hablar de cosas serias para proteger a este país? Miro a Alemania, a Portugal, a Francia, incluso a Italia… veo críticas pero veo unidad y lealtad a su país. Me dan envidia. Cuando superen el bache y estén creando empleo nuestra clase política seguirá instalada en el insulto y en la irresponsabilidad. Echo en falta el clima y los líderes de la Transición, pero claro, yo soy una ilusa.