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Entre visillos

La ciénaga

Si creían que la desgracia nos uniría, nos haría más fuertes y mejores, abandonen toda ilusión. Si el Parlamento refleja la sociedad, más que perdidos estamos desahuciados. Cuando más necesitamos esperanza, salvavidas sociales y económicos lo único que nos ofrecen es crispación, insultos y violencia verbal. El denigrante espectáculo daría para mucha ironía si no fuera porque sumamos casi 28.000 muertos. ¿Para qué ha servido el ejemplo de los sanitarios y de todos los que se la han jugado por protegernos? Pues para nada. Estos brotes intencionados de odio, esta siembra continua de cizaña es una falta de respeto al duelo por los compatriotas fallecidos y a la legión de afectados por ERTES, el paro o el cierre de negocios.

Ahora lo patriótico no es tratar de superar esta desgracia sino echarse a la calle a manifestarse para “recuperar la libertad”. Que no sabía yo que estábamos en una dictadura, con tanto sabelotodo ya nada nos puede extrañar. Estos sabios que arengan desde el estómago y no desde la cabeza, creen que libertad es salvaguardar los privilegios propios y negar los derechos ajenos. No lo olvidemos, solo los derechos constitucionales nos igualan.

El debate actual debiera tener prioridades, no creo que sea complicado enumerarlas. Si la evolución de la pandemia es positiva lo urgente es extinguirla con los instrumentos legales y de todo tipo que se precisen. Lo imprudente es negar la necesidad de seguir protegiéndonos aunque el PP, VOX y el independentismo voten en contra. El otro reto es fortalecer la sanidad pública para que los recortes de antaño no nos dejen sin defensas. En esto hay un enorme consenso ciudadano pero no parece que todos estén de acuerdo. La alternativa la marca Díaz Ayuso siguiendo las privatizaciones de Esperanza Aguirre, ahora con el Hospital Niño Jesús. En el frente socioeconómico la tarea es inmensa, cierran grandes empresas y también pequeñas, crece el paro y la pobreza. ¿No es esto lo importante?

Yo de estas cosas no oigo nada en el Parlamento, solo escucho el griterío. Nadie es perfecto pero no alcanzo a ver las virtudes y las capacidades de los que niegan las del oponente. Dónde quedó la grandeza de la política, dónde se esconden los estadistas y la persuasión argumental de los políticos de raza. Dónde están los que reflexionan y saben de lo que hablan más allá del papelote que les escriben los publicistas para parecer ingeniosos, incapaces de mostrarnos el talento. Buscando el titular más escabroso podrán, como Cayetana, conseguir el aplauso de los adeptos pero jamás darán frutos para España. El buen político convence con argumentos, eso lo distingue del mediocre que solo es hábil en la ciénaga. La voracidad de su ceguera ignora el riesgo de ahogarse en la mierda aunque con el sol de cara deslumbre como el oro.

María Antonia San Felipe

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