Ya saben que la mente asocia imágenes sin pedir permiso a la consciencia. Escucho que EEUU ha acaparado casi toda la producción de remdesivir, un antiviral que, pese a no ser la panacea, está resultando eficaz como tratamiento de la Covid-19. Mi mente vuela evocando al gigante Gargantúa que se instala en las ferias y que traga niños sin parar. He imaginado a Trump con la bocaza del Tragantúa, por supuesto sin mascarilla, engullendo el fármaco con su habitual egoísmo irracional. Es su forma de de minimizar el daño en popularidad ocasionado por su desastrosa gestión de la pandemia. Una vergüenza para el supuesto campeón del planeta.
Que todos los gobiernos han cometido errores es evidente para sus opiniones públicas, pero el caso de Trump hay que situarlo, como el del brasileño Bolsonaro, en la irresponsabilidad. Temiendo perder la presidencia levanta la bandera de la insolidaridad y explota, una vez más, el ultranacionalismo provinciano para fijar el voto más conservador. Si se ha especulado incluso con las mascarillas, imaginen lo que puede ocurrir con fármacos y vacunas si esto no se regula. Una vez más en la historia comprobamos que los mayores negocios se fraguan en las guerras o en las desgracias colectivas.
Lo de la globalización ultraliberal solo lo utilizan sus predicadores cuando consiguen con sus mañas mejorar sus beneficios. En caso contrario azuzan los nacionalismos. Ocurre que de esta pandemia y de sus consecuencias solo saldremos si salimos todos. Si caminamos por el sálvese el que pueda, que es el camino que señalan Trump y sus amigos, vamos al desastre. Quienes no creen en la solidaridad ni tampoco en la redistribución de la riqueza luchan por minimizar el papel del Estado en las sociedades avanzadas pero, ahora están en silencio, porque todo apunta a que para salir de ésta es preciso adoptar medidas diferentes a las de la última crisis. Hoy Keynes gana. Las empresas, los autónomos, los trabajadores, los que sobrevivían en la economía sumergida, los jubilados, los maestros, los sanitarios, los policías,… todos miran al Gobierno. Si usted o un familiar enferma quiere que la sanidad pública le ofrezca todo lo necesario para curarse y ese sentimiento se multiplica por millones. Es decir, que para salvar empleos, empresas, salud y servicios necesitamos un Estado con recursos.
Las recetas que ofrecen algunos son las de siempre. En España dice el PP: “No hay que subir impuestos”, aunque el Banco de España le desmienta. Vale, señor Casado, no queremos tributar más pero ¿quién paga las medidas de alivio de la economía o los ERTE y su prórroga?, ¿quién financia las mejoras que precisa la sanidad pública? Viejas recetas ante una situación inédita. Si el ejemplo es Trump la cosa está negra. Miro con asombro al Tragantúa y me quedo boquiabierta.