En este país se exigen responsabilidades a los demás pero nadie asume las propias. En política hay escándalos, corrupciones variadas y otras miserias cíclicamente repetidas que quedan en nada o naufragan en el olvido. España padece desde antaño una epidemia que se llama amnesia y que cubre la ciénaga que corrompe el sistema. El punto álgido se manifiesta cuando el político atrapado en corruptelas nada recuerda ni conoce a nadie. Del rey abajo, ninguno se libra de padecerla. Al pueblo llano se le suministran nuevos escándalos que tapen los anteriores y así avanza la rueda.
Un desgraciado suceso ocurrido hace cien años ilustra cómo la enfermedad del olvido es endémica en esta España nuestra. El 22 de julio de 1921 más de 12.000 soldados españoles perdieron sus vidas en territorio del Rif, en el protectorado español en África bajo el mando del general Dámaso Berenguer. Todavía hoy se desconoce el número real de fallecidos en el Desastre de Annual. Lo que sí sabemos es que nuestro ejército sucumbió ante las improvisadas huestes de Abd-el-Krim. Una humillante derrota de la que nadie se hizo responsable. Nuestros soldados lucharon acantonados en posiciones inseguras, carentes de agua en un territorio desértico, defendidas con parapetos de sacos terreros podridos. Soldados en alpargatas, con material deteriorado y sin vías de suministro tuvieron que beber sus propios orines antes de morir. Una retirada deshonrosa de la que algunos oficiales huyeron arrancando sus galones. El general Fernández Silvestre se suicidó o se dejó matar al comprender la temeridad que había cometido obstinándose en un avance incierto para cumplir la promesa hecha a Alfonso XIII de llegar a Alhucemas en julio.
La catástrofe puso de manifiesto la corrupción en el ejército y las condiciones en las que nuestros jóvenes vivían los tres años de servicio obligatorio si no podían librarse con dinero. Ante la magnitud del escándalo cayó el gobierno de Allendesalazar que encargó esclarecer las responsabilidades al general Picasso. Su informe, pese a las limitaciones impuestas para proteger a Berenguer y al Rey, resulta estremecedor para cualquier español. Dice Raymond Carr que Alfonso XIII sufrió “un ataque de antiparlamentarismo”. La solución fue el golpe militar del general Primo de Rivera y el cierre del Parlamento. El general Berenguer, condenado por negligencia, fue amnistiado por el Rey. Años después lo nombraría presidente del gobierno. El expediente Picasso y la asunción de responsabilidades quedaron encerrados en el armario del olvido como los miles de soldados muertos. La sangre derramada dejó al descubierto miserias y cobardías. Quienes se preguntan por qué cayó la monarquía pueden anotar este antecedente. Ya ven, la factura política, tarde o temprano, se paga incluso en España.
Fotografía: Recogida de cadáveres en Monte Arruit. 1921