“Me gustan mis errores y no quiero renunciar a la deliciosa libertad de equivocarme”. Lo mismo que Groucho Marx pensó Pablo Casado cuando entró en la iglesia de Granada en la que celebraban una misa por el dictador Francisco Franco y el fundador de Falange, José Antonio, hijo del también dictador Miguel Primo de Rivera. Cada cual va donde le place pero en este caso lo importante era asistir al homenaje sin que nadie lo supiera. El olor a rancio adornó la noticia facilitada por un intrépido joven franquista que se hizo una foto con Casado y la difundió por las redes sociales evocando al Generalísimo.
Según el PP fue la casualidad la que empujó a su líder a entrar en el templo en el que la Fundación Francisco Franco había convocado, como cada 20 de noviembre, una misa en recuerdo de sus añorados héroes. ¡Mira que es mala la casualidad! A lo mejor esta casualidad era comunista y como un demonio encarnado alentó, seguro que con malas artes, a Casado al interior del contubernio franquista.
¡Que cosas tiene la casualidad!, porque también es coincidencia que quienes tanto se ríen y ridiculizan a quienes guardan la memoria de sus propios familiares asesinados y diseminados por las cunetas, pidiendo para ellos un funeral digno, recuerden con tanto fervor y vehemencia a quien ni siquiera conocieron. Hay una parte de la derecha que lleva tantos años mirando la grisura de la postguerra y justificando al dictador que parece que les gustaría que volviera. Afortunadamente para los españoles de todo tipo y condición por mucho que se invoque a un tirano nadie ha regresado del pasado, al menos hasta ahora. Imagino a algunos dictadores (Hitler, Mussolini, Franco, Stalin, Pinochet o Videla) jugando a las cartas en el infierno, que es adonde van los pecadores según nos enseñaron de pequeños, esperando que se abran las puertas del averno para volver a someter a sus pueblos.
Bromas aparte, no entiendo cómo un demócrata no se distancia para siempre de la dictadura. Se puede no estar de acuerdo con un gobierno pero, en democracia, no se puede añorar el golpismo de nuestra historia pasada ni justificar la sublevación militar para conseguir el poder porque no les gustase el gobierno legítimo.
Unos días después de esta ajetreada misa de Pablo Casado, la agencia espacial de Estados Unidos ha lanzado la nave Dart tratando de alterar la órbita de un asteroide para evitar el impacto destructor de las rocas que caen del cielo. No le vendría mal a Casado que alguien que lo quiera de verdad, no Isabel Díaz Ayuso que lo va a matar a disgustos, le dé un empujoncito que lo desvíe de la órbita de la ultraderecha si quiere levantar cabeza más allá de las encuestas. Pero como dijo Chico Marx en Sopa de Ganso: ¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos? No querer ver acrecienta la ceguera.