Es difícil imaginar que un barco se hunda nada más zarpar pero ya ocurrió hace 110 años con el Titanic que, a los cuatro días de partir del puerto de Southampton hacia New York, se hundió tras chocar con un iceberg. Está claro que lo inesperado e incluso lo sorprendente, ocurre. Todo indica que el partido Conservador británico está a punto de naufragar en sus contradicciones. En solo seis semanas, la primera ministra de Reino Unido, Liz Truss, ha sido vista por los ciudadanos en la misma pendiente inclinada que dibuja el hundimiento de un barco minutos antes de la catástrofe.
Cuando Liz Truss fue elegida, en primarias, líder del partido Conservador no fue una sorpresa. Tanto Johnson con Truss parecían dos triunfadores pero si Johnson se perdió en su propio caos, Truss llegó al borde del suyo en un tiempo récord. Las épocas de incertidumbre alumbran líderes tan inconsistentes que de ser deseados pasan pronto a ser desdeñados por quienes los encumbraron.
Liz Truss ha vivido un terremoto bajo sus pies y el vacío produce igual vértigo que el de su antecesor. Casi nadie en su partido deseaba su continuidad. No le auguraba yo un largo futuro en estas líneas, pero cuando esto escribía ha dimitido después de declararse una luchadora de las que no se rinden. Ya ven que hay fuerzas más potentes que el propio deseo. Y es que, doy en pensar, que no hay nada más efímero que lo que se desea eterno ni nada más frágil que el éxito que depende de la pública opinión. La brevedad de Liz Truss no tiene precedentes. Alguien, por ejemplo, en Italia, pongamos que hablo de Giorgia Meloni, podría tomar nota de estos hundimientos “titánicos”.
Lo más sorprendente de la caída en desgracia de Liz Truss “la brevísima” son las causas. Truss anunció un plan económico que recogía la mayor bajada de impuestos de los últimos cincuenta años en Reino Unido con un guiño especial a los ricos. Lo inesperado fue que el Banco de Inglaterra tuvo que salir al trote a rescatar el desplome de la libra con compras masivas de deuda pública porque los mercados financieros habían entrado en pánico. Al mismo tiempo, en España se abrió un mercadillo de rebajas de impuestos con el que algunos creen que se solucionan todos los problemas de un país. Las recetas del pasado no sirven para este complejo presente y así lo han visto incluso los mercados en Reino Unido y los organismos económicos internacionales. Algunos olvidan que si cada día tiene su afán, como decía santa Teresa, cada tiempo histórico tiene el suyo y en especial en los momentos en los que más se necesita la red protectora del estado. Liz Truss tuvo que recular primero y tras desdecirse de todo lo que mantuvo, dimitir. Y es que, volviendo a Teresa de Jesús, la verdad padece, pero no perece y en política, añado yo, casi nada es lo que parece.