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Entre visillos

Silencio

El silencio es, a veces, más perturbador que las palabras. Llevo toda la semana preguntándome qué hubiera pasado en España si un presidente en ejercicio resultara perdedor de las elecciones y guardara un silencio cobarde, calculado y táctico para no reconocer su derrota. La actitud de Bolsonaro tras las elecciones de Brasil es vergonzosa e inquietante para cualquier demócrata. Claro que ver a una diputada perseguir a punta de pistola a un ciudadano hasta acorralarlo en un bar porque dice que la molestó verbalmente no solo pone los pelos de punta sino que es un síntoma de una enfermedad que germina entre el odio y la intolerancia. Cultivar el enfrentamiento y el insulto hacia el adversario solo puede traer disgustos. Auspiciarlos desde el poder y desde la política es un riesgo que dinamita las instituciones y la convivencia pacífica. Con su silencio ha dado alas a tumultos y enfrentamientos callejeros. En España, no hemos llegado a tanto pero ya no hay límites a la agresión verbal en los parlamentos. Se insulta gravemente como si fuera lo más normal del mundo. Lo ha hecho el vicepresidente de Castilla-León, García Gallardo, llamando “líder de una banda criminal” a Pedro Sánchez mientras el resto de diputados coaligados con él miran al techo como si no hubieran escuchado nada. A mí estas cosas no me dan risa sino miedo.

La historia, pasada y reciente, demuestra que quienes más hablan de amar la Constitución, la democracia y la patria más incumplen la primera, detestan la segunda o utilizan todas ellas en su propio beneficio. Quienes creen que la democracia es tan fuerte que no puede ser revertida es que viven en la inopia de lo que está ocurriendo en el mundo. Trump jugó a partir en dos EEUU y lo consiguió y sus seguidores siguen alentando que Biden le robó las elecciones igual que Bolsonaro ha hecho con su silencio. El asalto al Capitolio o los cortes de carreteras son la consecuencia y también el instrumento para debilitar el sistema democrático. Ahora a estos políticos se les llama “iliberales” pero en realidad son personajes que creen que el poder solo es legítimo si lo ejercen ellos, los demás son “okupas”, advenedizos de una potestad a la que están predestinados.

Imagino los gritos e improperios que se habrán escuchado estos días en el Palacio de Planalto, sede del gobierno brasileño. La noche de Halloween, si había fantasmas escondidos, debieron huir de miedo. Cuando se sueña con el poder y no con el servicio público, cuando se niega la legitimidad del adversario, es decir, cuando el autoritarismo emerge de las vísceras se pierde la cordura y, como decía Goya, el sueño de la razón produce monstruos. Solo deseo que aquí, en esta España nuestra no cultivemos el odio al que no piensa como nosotros. ¡Cuidado que el aire comienza a hacerse irrespirable!

María Antonia San Felipe

Sobre el autor

Funcionaria. Aficionada a la escritura que en otra vida fue política. "Entre visillos" es un homenaje a Carmen Martín Gaite con esa novela ganó el Premio Nadal en 1957, el año en que yo nací.


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