Hay que reconocer que Isabel Díaz Ayuso es muy hábil en esa forma de concebir la política basada en llamar la atención, buscar el aplauso y culpar a otros de los problemas propios. Hasta ahora todo le sonríe pero a los días de vino y rosas suceden los de vinagre y espinas. Nada hay perdurable en esta vida y los dioses que soplan el destino son caprichosos como el viento que trae nubes y se las lleva.
Hace unos días se levantó Isabel con ganas de preparar un bochinche de los que hacen época, de esos que multiplican su fama y cimentan su atrevimiento. Lo hizo tan a lo grande que hasta en VOX les pareció que exageraba por sobrepasar el nivel de insultos que ellos consideran razonables. Y es que la prudencia es solo un atributo de los blandengues que no saben que la política no sirve para construir futuros mejores sino para destruir enemigos que han llegado al sillón presidencial que ellos añoran. Así que Isabel acusó al presidente Sánchez de querer derrocar al Rey, Felipe VI, y llevar al país a un régimen autoritario, sin libertades ni derechos. Ya saben, un infierno lleno de diablos rojos, diablas feminazis y malvados comunistas. No sé qué pensará Ayuso que es una dictadura teniendo en cuenta que la última que sufrimos los españoles todavía no ha sido condenada, sin ambages, por su partido. Es más, algunos parecen añorarla homenajeando a golpistas como Millán-Astray y olvidando que en aquellos tiempos la única libertad de expresión que existía era el silencio que imponía el miedo.
Pero qué son estas menudencias siendo libre para insultar al presidente del gobierno. Según Isabel, Sánchez “quiere hacer con la Justicia lo que hacen los gobiernos autoritarios: perpetuarse. Quiere blindar a los suyos y tener a la oposición en la cárcel, como en Nicaragua”. Esto lo dice quien ha aconsejado a Núñez Feijoo, al que se le está poniendo cara de Casado, que siga vulnerando la Constitución no pactando la renovación de los órganos judiciales para no perder el control conservador de los mismos. Cuatro años burlando la Constitución sí que es una forma de dinamitar el sistema que nos dimos los españoles en 1978.
Me pregunto, ¿se atrevería Ayuso a insultar a Putin si viviera en Rusia? Me sonrío. Afortunadamente nuestra Constitución, incumplida por el PP, ampara la libertad de expresión, un derecho fundamental más importante que el de tomarse una caña mientras las urgencias de tu centro de salud están cerradas y quien tiene que solucionarlo se dedica a insultar a los profesionales de la sanidad que ella misma ha destruido. A Isabel, que tanto le gusta exaltar las glorias pasadas, alguien debiera regalarle El arte de la prudencia de nuestro sabio español Baltasar Gracián en vez de empujarla a imitar a Donald Trump que no es hijo de la sabiduría ni tampoco de la prudencia.